¿Cómo contrarrestar a los medios para que no desautoricen a la Iglesia?

¡Qué dolor e impotencia se perciben en esta pregunta! Pienso en tanta gente que tiene pena, rabia y frustración por lo que ve y oye; cristianos que sienten que sus sueños, valores y las instituciones en las cuales confían, parecen destruirse cada día a través de los medios de comunicación masivos que muestran lo negativo, lo escandaloso y virulento. ¿Cómo detener esto, qué hacer?, ¿hasta qué punto son culpables los medios y quiénes dentro de éstos: los dueños, los editores, los periodistas, las empresas que con su publicidad permiten estos espacios y este tipo de noticias? ¿Qué hay de nosotros, el público que compra y prende la tv y da el rating? Y al reclamar y hablar de los medios, ¿nos referimos también a lo que nosotros hacemos y llenamos de contenido como Internet con sus blogs y redes sociales? No puedo dejar de plantear estas cuestiones, aunque incomoden.

| Mariana Grunefeld Mariana Grunefeld

¡Qué dolor e impotencia se perciben en esta pregunta! Pienso en tanta gente que tiene pena, rabia y frustración por lo que ve y oye; cristianos que sienten que sus sueños, valores y las instituciones en las cuales confían, parecen destruirse cada día a través de los medios de comunicación masivos que muestran lo negativo, lo escandaloso y virulento.

¿Cómo detener esto, qué hacer?, ¿hasta qué punto son culpables los medios y quiénes dentro de éstos: los dueños, los editores, los periodistas, las empresas que con su publicidad permiten estos espacios y este tipo de noticias? ¿Qué hay de nosotros, el público que compra y prende la tv y da el rating? Y al reclamar y hablar de los medios, ¿nos referimos también a lo que nosotros hacemos y llenamos de contenido como Internet con sus blogs y redes sociales? No puedo dejar de plantear estas cuestiones, aunque incomoden.

Ésta es la hora de la consecuencia y no de los clichés. Desde hace años observo cómo la gente, y los católicos en particular, echan la culpa de todo a la prensa, mientras cada uno se lava las manos (“qué atroz los valores que transmite la tv”, alega la misma persona que no se pierde programas de dudoso contenido). Los medios tienen dueños que imprimen líneas editoriales, pero es el mercado el que dictamina quién se hunde o subsiste. Y el mercado, lo que la gente decide que le entretiene y conviene es lo que ven y leen y es lo que impulsa a marcas a publicitar. La conquista de las audiencias es la gran meta de noticieros, realities, radios, diarios y canales de tv, con independencia de qué piensen sus dueños o editores en su fuero interno. ¿Qué programas premia usted viéndolos?, ¿qué revistas compra?, ¿a qué sitios de Internet ingresa?

Ésta es la hora de misión y no narcisismo. El mundo, especialmente el de los medios, ha cambiado drásticamente. Primero, porque se ha democratizado con el acceso universal a la tecnología y segundo, porque en el liderazgo social los medios tradicionales han sido desplazados. Mire lo que hace su hijo en las tardes luego del colegio o de la universidad. Verá cómo Internet y Facebook ocupan su mente y que la televisión, si la ven, es un medio secundario de entretención. Para qué hablar de diarios y revistas. Diarios tradicionales chilenos, en el mejor de los escenarios, llegan a un tiraje de algunos miles los fines de semana, mientras Facebook tiene millones de seguidores. Como nunca antes cada católico tiene en sus manos la tecnología para intervenir a través de Internet y sus redes sociales. Pero, ¿es usted protagonista o silencioso seguidor de otros? Y cuando se mete a Internet ¿qué hace?, ¿toma conciencia de su papel como católico o se dedica a espiar al vida de los otros y/ o a exaltar la propia?, ¿es usted un narciso que usa los medios sólo para mirarse y que lo admiren?

Ésta es la hora de asumir el cambio cultural y no de las nostalgias. El mundo y la sociedad han cambiado, sí, y es necesario asumir y aportar a ese cambio. Hoy el valor máximo en la sociedad es la trasparencia, la ropa sucia ya no se lava en casa sino frente a todos y cuánto más se demoren autoridades e instituciones en entender esto, más daño se harán. Asumido ese valor social de la verdad sin matices, ¿le agrego yo como católico a ese valor la prudencia y misericordia o me callo y dejo que se sentencie con impiedad a cuanta persona se exponga en cargos públicos, privados y/o eclesiásticos por mi ignorancia, cobardía o por el secreto goce de ver su caída?, ¿pondero mis juicios y modero mi lenguaje o saco mis pasiones y frustraciones a relucir?, ¿reemplazo la misericordia y la justicia por el voyerismo y placer del show y el espectáculo?                                       

Ésta es la hora de asumir la mediación inteligente y no la pasividad. Se ha demostrado por lejos más influyente que los medios en sí, la mediación de éstos. Es decir, la opinión que yo tengo de lo que veo, oigo y leo y su transmisión sobre quienes me rodean. Si lidero por mi experiencia, por mi cariño y servicio, porque tengo opinión y converso en la mesa con mis hijos, en el trabajo, en el equipo de fútbol, en el asado del fin de semana, en mi grupo de vida, bueno, estoy promoviendo que las personas piensen, se replanteen la información que tragan y enriquezcan su contenido.  Pero si me guardo mis experiencias y estoy out de la actualidad y de la Iglesia, malamente podré mediar, contrarrestar el daño e influir. Liderar la mesa familiar, promover la conversación, contar las propias experiencias y tener opinión formada en la oficina o en una salida social tienen el efecto de una bomba de racimo.

Sí, es una gran tarea contrarrestar la marea de opiniones que llegan por tantos medios, pero se puede. Este Portal de Schoenstatt es un ejemplo, así como cada día tanta gente lo hace en su mesa, en su trabajo, con sus amigos o enseñando. Hay que pedir el coraje y la claridad al espíritu Santo y la bondad a la Mater para no dejar pasar la vida frente a nosotros y actuar sin jamás olvidar que la fe es fundamentalmente una experiencia que cada uno de nosotros debe entregar  saneada a los demás.

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