Cultura chilena actual y “Cultura de Alianza (III)

"Continúo y culmino esta exploración a la que he invitado a los lectores de este sitio Web sobre temas de la cultura chilena actual y la propuesta de una 'Cultura de Alianza'", dice Patricio Chaparro en ésta, su última de una serie de tres columnas. En esta oportunidad, habla de nuestra moderación, la relación que tenemos con el dinero, el individualismo y nuestras desconfianzas. "Los preámbulos culturales chilenos actuales son altamente desfavorables para una 'Cultura de Alianza'", concluye.

| Patricio Chaparro Patricio Chaparro

Continúo y culmino esta exploración a la que he invitado a los lectores de este sitio Web sobre temas de la cultura chilena actual y la propuesta de una "Cultura de Alianza".

Somos razonables y moderados, pero se nos pasa

La mayoría de los chilenos somos razonables, en el sentido que predomina entre nosotros una cierta tendencia a la moderación de nuestras demandas, aspiraciones y expectativas. Incluso puede decirse que tendemos a considerar que junto a nuestros derechos existen nuestros deberes y que nuestros derechos deben ser ejercidos con respeto de los derechos de los otros.

En tal sentido, por períodos relativamente largos de tiempo, nos hemos caracterizado políticamente como un pueblo que tiende a practicar la sabiduría filosófica aristotélica, aquella que propone que en la moderación está la virtud y que con ella de acompañante es posible buscar y encontrar la buena vida.

Sin embargo, esa tendencia a ser razonables y moderados cada cierto tiempo se nos pasa, se debilita e incluso desaparece, y este columnista considera que ese tiempo otra vez está llegando o quizás ya llegó, aunque deseo equivocarme en este punto.

El predominio del dinero

De otro lado, si algo caracteriza culturalmente a nuestro Chile de hoy es el predominio del dinero, del omnipoderoso don dinero. Todo y todos dependen/dependemos/dependo de él, sea que se tenga o no. El dinero, culturalmente, es muy pero muy poderoso, más que el miedo.

Por cierto, reconozco que esta observación es obvia, ya que así ha sido, así es y así será, excepto que siempre existe, felizmente, algún espacio, generalmente pequeño, para la gratuidad, la donación, la compasión, la solidaridad.

Sin embargo, hoy en Chile es más que notoria la tendencia al predominio del dinero -aunque ello no se reconozca abiertamente- y esto se ha exacerbado por nuestra mirada casi exclusivamente económica a la vida y de las relaciones sociales; así, por ejemplo, los más críticos del sistema actual cuestionan todo, salvo el dinero que ganan siendo críticos.

El individualismo extremo

Siempre, en general, me parece que la orientación cultural básica, de naturaleza filosófica, que nos guía hoy en Chile puede ser resumida en una frase: "existo yo y solamente yo, ergo existo".

Acepto que esta propuesta es aguerrida y dura pero, por múltiples y variadas experiencias de vida, he llegado a la conclusión de que el chileno medio de hoy está tendiendo a sentir y pensar que solamente existe él y que los otros no existen o son relativamente invisibles.

Es cuestión de observar sus conductas en la vida cuotidiana, en que se detecta que, por regla general, cada chileno actúa como si los otros chilenos no existieran, salvo en ocasiones excepcionales, como la Teletón anual o un terremoto 7,5º Richter o más.

La desconfianza mutua generalizada

Por último, me parece que la cultura chilena actual se caracteriza también por una pronunciada y generalizada desconfianza mutua, de todos respecto de todos.

Básicamente, no nos creemos los unos a los otros. Desconfiamos de aquello que el otro expresa, de sus razones, de sus intenciones. Sospechamos acerca de lo que el otro realmente hará vis-à-vis aquello que dice que hará. Creemos que los otros se aprovecharán de nosotros. Somos suspicaces, mal interpretamos a los otros, tenemos la expectativa que seremos engañados.

La desconfianza a que aludo es tan intensa que –exagerando, para graficar- cuando alguien en nuestros lugares de trabajo nos saluda y dice "buenos días" nos quedamos pensando en qué habrá querido decirnos realmente.

Al concluir, me parece que una cultura signada por los síndromes de la oposición, de la imposibilidad de convencer, tendiente a la complicación, al conflicto político, a una acentuada brecha generacional, a perder la moderación, al predominio del dinero, al individualismo exacerbado y a la desconfianza mutua generalizada no es precisamente una cultura que provea de buenas bases para una "Cultura de Alianza".

Para expresarlo brevemente y en términos kentenichianos, mi opinión, discutible por cierto, es que los preámbulos culturales chilenos actuales son altamente desfavorables para una "Cultura de Alianza".

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