Indignados, movilizados ¿y “empoderados”?

¿Puede decirse que un grupo  de ciudadanos o un movimiento social está "empoderado" porque tiene cierta presencia activa, indignada y movilizada en las calles de ciudades importantes de un país? Es la pregunta que realiza nuestro columnista Patricio Chaparro. En las siguientes líneas, escribe y argumenta su respuesta.

| Patricio Chaparro Patricio Chaparro

Conviene, estimados lectores de SchVivo, comenzar esta columna aclarando qué significa la expresión "empoderado", de uso tan intensivo en la política de los últimos años.

El vocablo no existe en español y proviene del inglés "empowerment", utilizado para referir a la administración de empresas y para indicar que a los empleados subordinados de ella se les entregan algunas facultades, restringidas o amplias, para actuar en su nombre y representación. Es en virtud   de   tal  delegación  de  poderes  que  ellos  quedan "empowered" (empoderados).

Aclarado lo anterior, hay que reconocer que en la realidad el vocablo se utiliza para indicar que un grupo social o ciudadano está "empoderado" porque tiene poder político, esto es, aquel referido a la sociedad como un todo.

Se trataría entonces de ese poder que permite a quienes lo tienen adoptar decisiones que serán obligatorias para todos los miembros de la sociedad, pues contarán con la fuerza o coacción más o menos legítima, del Estado, para imponerlas en caso que no se cumplan voluntariamente.

Ahora bien ¿puede decirse que un grupo  de ciudadanos o un movimiento social está "empoderado" porque tiene cierta presencia activa, indignada y movilizada en las calles de ciudades importantes de un país?

Propongo a los lectores de este sitio Web que la respuesta a la pregunta anterior es no.

Me inclino a responder negativamente porque el poder político societal, como fue descrito antes, es uno que está radicado en las instituciones políticas, no en los grupos movilizados en las calles.

Ahora bien, en muchos países los movimientos de ciudadanos indignados, movilizados, con un liderazgo generalmente poco definido en sus procesos de selección y asignación de facultades, se han caracterizado  también por su rechazo a los políticos, los partidos políticos -sean de Gobierno o de Oposición-, a la política y a las instituciones políticas.

Así, esos movimientos existen, pero sin políticos, sin partidos políticos, sin o con poca organización política y entonces, lo que es más importante, sin poder.

De tal modo que, según mi proposición analítica, la expresión "empoderados", en cuanto refiere al ámbito político, no sería propiamente asignable a tales grupos de ciudadanos o movimientos sociales.

Advierto eso sí que el análisis propuesto se hace desde una cierta perspectiva y preferencia: la de un régimen político democrático.

Esto es, no considera legítimo como recurso de poder político las manifestaciones acompañadas de violencia extendida ni las brutales e inmisericordes luchas por el poder político societal que incluso se dan entre grupos armados en una sociedad, y que caracterizan fundamentalmente a los procesos revolucionarios.

Para quienes estimen que se trata de una proposición formal-institucional, advierto que en las revoluciones, una vez y si es que culminan exitosamente, el poder societal se institucionaliza, esto es, se radica en las instituciones creadas y dirigidas por los revolucionarios triunfantes.

El Rol de los Políticos

Desde otro ángulo, lo que es preocupante es que los políticos y los partidos políticos en un régimen político democrático pierdan de vista sus funciones de articulación, agregación, diseño e implementación de soluciones a los problemas económicos y sociales que existen y se expresan en la sociedad – también en las calles-  vía movimientos sociales y movilizaciones.

Analíticamente, lo que se percibe es que un número importante de políticos, de todo el espectro ideológico político partidario, más que políticos y dirigentes de partidos políticos tienden a asumir el rol de dirigentes de movimientos sociales, incluso de aquellos que terminan por expresar sus demandas en las calles, acompañados de una violencia inveterada y ampliamente rechazada.

Un régimen político democrático sin políticos, sin partidos y sin instituciones políticas que funcionen –ojalá bien- puede en algún momento acercarse al punto en que simplemente colapsa.

A su vez, los movimientos sociales o ciudadanos debieran comprender que sin organización, sin liderazgos definidos, sin políticos, sin partidos políticos y sin instituciones políticas, el supuesto "empoderamiento" es simplemente una conceptualización que no tiene mucho sentido y contenido real.

En el caso específico de Chile, el último de los procesos movilizacionales importantes –el de Aysén- demuestra, a mi juicio, que sin política, sin políticos y sin partidos ni organización política, los movimientos sociales y los ciudadanos no pueden ser adjetivados, sin más, como "empoderados", al menos en un régimen político democrático.

En efecto, cuando los dirigentes sociales  se organizaron, definieron sus liderazgos, recurrieron a los políticos y a los partidos políticos e hicieron política, entonces comenzaron efectivamente  a "empoderarse" y por ende a encontrar los medios políticos para lograr algunas respuestas y soluciones a sus demandas.

Los dirigentes, quienes los acompañaban, la ciudadanía de Aysén y de Chile en general, rechazaron la desorganización y violencia que tendió, por un tiempo, a acompañar sus demandas.

Cuando las partes del conflicto convinieron que la desorganización y la violencia eran malas compañeras, el movimiento social comenzó a hacer política y a quedar empoderado, y entonces -y solo entonces-, pudo enfrentar al Gobierno de una manera democrática y exitosa.

Así es la política.  Un juego difícil, complejo, conflictivo, duro, para todos los participantes, en que debe evitarse que ella se reduzca a un mero enfrentamiento y lucha por el poder.

En los conflictos políticos que ocurren en un régimen político democrático –por imperfecto que sea- lo que cabe esperar de los actores políticos es que no recurran a la violencia ni como recurso político ni como estrategia de poder o de empoderamiento.

Y eso vale para todos, movimientos sociales, partidos políticos, políticos, ciudadanos indignados o no, movilizados o no, gobernantes y gobernados.

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