Mass Media y Educación

Todos somos conscientes que la época que nos toca vivir es apasionante y por ello mismo llena de desafíos. El advenimiento de nuevas tecnologías, de nuevos sistemas informáticos, la velocidad de las c...

Todos somos conscientes que la época que nos toca vivir es apasionante y por ello mismo llena de desafíos. El advenimiento de nuevas tecnologías, de nuevos sistemas informáticos, la velocidad de las comunicacionesy el uso indiscriminado de una tecnología a la que tenemos relativo fácil acceso y para la cual utilizamos sólo un pequeño porcentaje de esa capacidad, hace que en muchos casos nos de vértigo, y es entonces cuando corremos el riesgo de perder de vista la causa final de esta misma tecnología. Vale decir: los cambios son tan vertiginosos, que podemos llegar a pensar que todo es bueno de por sí y que la tecnología en vez de ser un instrumento al servicio del hombre se convierta en un fin en sí mismo. Y por ello es que lo más importante de todo no es la tecnología, sino la persona en vista de la cual surge esa tecnología.Por ello es que lo que vamos a hacer es abstraernos de los medios masivos de comunicación porque queremos pensar y establecer algunos principios anteriores a los mismos. Vamos pensar en la persona, en su constitución última, en su fin, para recién ahí poder establecer prioridades y tácticas para el uso de los mass media. Sin este análisis previo, corremos el riesgo de perder de vista lo esencial: todo lo que hay a nuestro alrededor está hecho para el hombre y no al revés.Comenzaremos entonces por dar algunos lineamientos filosóficos acerca de la persona. Esos son principios básicos (y para muchos obvios, pero como decía el P. Horacio Sosa Carbó, la posmodernidad ha dejado de lado lo obvio: ya nada es evidente, todo hay que repensarlo de nuevo).1. Nociones antropológicasa.- El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Ambos forman una unidad sustancial, como dice Aristóteles. Esto quiere decir, que no se puede pensar al hombre de manera separada o dividida independiente de estos dos conceptos. Allí donde el alma se pone en funcionamiento con toda su esfera espiritual e intelectual, el cuerpo lo trasmite. Y allí donde los estímulos sensoriales son afectados por las cosas externas, éstos producen en el alma una impresión de la cual es difícil salir: lo que ha entrado por los sentidos queda impreso de alguna manera en el alma.Toda educación que se llame tal, debe contemplar este principio fundamental y primario. El hombre es un compuesto de alma y cuerpo. Las necesidades de esta verdad fundamental deben ser no sólo contempladas, sino asumidas por toda ciencia que tenga como objeto material al hombre: la medicina, la biología, la ética, la filosofía, la psicología, la educación, la economía, etc. Si no lo respetamos, caeríamos indefectiblemente en exageraciones y en fundamentalismos, que de muestra, vale lo que el pasado siglo XX nos ha enseñado: desde el materialismo histórico de Marx, hasta la corriente del nihilismo contemporáneo que sostiene que el hombre es sólo las sensaciones que percibe y que provoca quedando en una nebulosa de sin sentido existencial.Cuando se pierde de vista la creatura, el ser de las cosas empalidece (R. Guardini), pierde consistencia y valor. Cuando no tenemos en cuenta a la persona en su totalidad, todo pierde razón de ser y fundamento, porque la verdad no está en las doctrinas ni en la tecnología… la verdad está en las cosas, en lo que es.Sabemos que el hombre es responsable del curso de la historia, y ese pensamiento tan caro a nuestro Fundador, el P. José Kentenich, es el motivo por el que el hombre nuevo en la nueva comunidad lo vemos como realizable. Y porque nos sabemos responsables de la historia, es que creemos que lo real nos muestra cómo actuar: la educación con respecto a los medios consiste entonces no tanto en repetir fórmulas y doctrinas al estilo: “La TV es basura, la computadora te atrofia el cerebro, etc.”, sino en asumir ciertas verdades fundamentales y la primera y más elemental es que el hombre es una persona racional, que tiene una naturaleza espiritual (Boecio). Todo lo que yo haga y diga está supeditado a esto. Pero para ello debemos ver la esencia de las cosas y hacer lo que desde esta esencia resulta justo. Mi obrar sigue necesariamente al ser, y no el ser al obrar. Con lo cual no queremos condenar ninguna tecnología, sino sólo afirmar lo que el hombre es. Lo demás se dará por añadidura.La educación del ser humano tiene que tener en cuenta esta dimensión profunda y ambivalente y volvemos a repetir: somos seres anímico-corpóreos. Es por ello que si quiero educar (ex – ducere, conducir desde) debo conducir mis pasos a plenificar tanto el bienestar sensitivo como el espiritual del educando (mi alumno, mi hijo, etc.). Esto vale para todas las edades y para todas las épocas.Y en esta época plagada de confusiones y de ambigüedades, no está demás en hacer hincapié en esa dimensión trascendente del ser humano.El problema de la posmodernidad, es justamente no admitir la trascendencia y confundir lo espiritual con sentimientos pasajeros y epidérmicos. Es así que la TV, ha sido reducida a su mínima expresión de “entretenimiento”. Lo cual es cierto, pero no es el único fin de la misma. Si minimizamos el impacto de la TV en la sociedad y nos dejamos guiar por los sentimientos de la masa, el resultado salta a la vista: tenemos una TV basura que lo único que pretende es obtener el rating a costa de la denigración del ser humano.Pero si cambiamos el foco y sostenemos que la persona es un ser trascendente, no necesito de llenarme de basura, porque sencillamente esa basura no me alimenta.Si queremos que nuestros hijos vivan en una sociedad mejor, nosotros debemos empezar por ofrecerles algo llamativo y valioso: vivir de acuerdo a las virtudes, vivir de acuerdo a lo racional y divertido. La realidad es demasiado interesante como para vivirla dentro de una virtualidad que nos aleja, nos enajena y nos engaña.En definitiva, los valores que queremos para nuestros hijos los debemos confrontar con nuestros valores y si somos firmes o no nosotros en vivir de acuerdo a nuestros valores más profundos. No hay otro camino para cambiar esta sociedad. Y creo que todos estamos de acuerdo que la sociedad necesita un cambio… Nadie quiere una sociedad en la cual la violencia, la droga y la pornografía sean valores corrientes y se los muestren a nuestros hijos como una opción más para que sean felices. Nosotros sabemos que la felicidad no está en la enajenación que produce ni la droga, ni el alcohol, ni la violencia, ni la pornografía, ni la TV. La felicidad del hombre consiste en el equilibrio perfecto, exacto pero peligroso de las virtudes, decía Chesterton en su “Ortodoxia”. Y lograr ese equilibrio nos cuesta toda una vida de elegir, de vivir en libertad pero sabiendo cuál es el objetivo final. Decía Aristóteles que la causa final de algo es lo primero en la intención y lo último en la ejecución.Lo que queremos para nuestros hijos es el bienestar físico y espiritual, entonces los medios que vamos a utilizar van a intentar ser los adecuados para lograr este fin.Es en este contexto donde entran en acción los medios de comunicación. ¿Son buenos? ¿Son malos? ni una cosa ni otra. Todo depende del objetivo de mi educación. Los medios de comunicación no son ni deben ser otra cosa que… medios. Si me resultan útiles para educar, y forjar personas libres, con juicio crítico y protagonistas de historia, entonces son excelentes. Si por el contrario aplastan a la persona masificándola, degradándola, no respetando supuestos básicos, entonces vamos a tener que filtrar la información, vigilar el contenido y supervisar aquello que consumen nuestros hijos, porque los contenidos que nos respetan a la persona no merecen nuestra atención. Recordemos que la unión entre cuerpo y alma es tan profunda, que todo lo que me muestren los sentidos, lo que mis ojos ven, lo que mis manos tocan, lo que mis oídos oyen, va a repercutir directa o indirectamente en mi alma. Si veo imágenes violentas y degradantes continuamente, entonces voy a terminar pensando que la realidad es violenta y degradante. Y no es así. La realidad de los medios de comunicación (tanto de la radio, como de la TV, como de Internet) no es “real”, sino que está mediatizada por otras opiniones. Nunca perdamos de vista este aspecto que parece obvio y que es fundamental. Lo real, por más “reality” que sea, no es real. Todo lo que es producido es ficticio y es por ello que debemos estar alertas para filtrar esa información mediatizada y saturada de ideologías muchas veces inofensiva, pero tantas veces nocivas. Si vivimos de acuerdo a los cánones que nos dictan los medios, corremos el riesgo de deshumanizarnos y no vivir con juicio crítico. El hombre es un ser racional, y como tal debe vivir. Muchas veces vemos o escuchamos en los medios masivos cosas que atentan contra la dignidad de la persona, generando una bajeza intelectual y moral digno de hombres carentes de toda trascendencia. Dice G. Vattimo en “La sociedad transparente”: “Quizá se cumple en el mundo de los mass media una “profecía” de Nietzsche: el mundo verdadero, al final, se convierte en fábula”.Es nuestro deber como cristianos vivir como tales, y es por ello que a los medios de comunicación no tenemos que negarlos, sino tenemos que aprender a discernir, a enseñar a ver, a escuchar, marcando primero la persona, causa primera y última de todo lo creado.
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