Misterio y Razón

La Historia nunca se repite, pero los momentos difíciles que vivimos me recuerdan algo a los años 70 del siglo XX. En ese momento, después de un período de crecimiento económico que se suponía ilimitado, comenzó una crisis económica profunda. Esa crisis se debió al alza de los precios del petróleo, medida que adoptaron los países árabes como medida de presión en su guerra con Israel. Había una desconfianza total hacia los políticos (era la época del Nixon del Watergate y de los nada carismáticos Ford y Carter), Estados Unidos estaba en guerra y en América, en determinados países, la democracia no pasaba su mejor momento.

| Pablo Crevillén (España) Pablo Crevillén (España)
La Historia nunca se repite, pero los momentos difíciles que vivimos me recuerdan algo a los años 70 del siglo XX. En ese momento, después de un período de crecimiento económico que se suponía ilimitado, comenzó una crisis económica profunda. Esa crisis se debió al alza de los precios del petróleo, medida que adoptaron los países árabes como medida de presión en su guerra con Israel (ahora Israel valora si atacar Irán para evitar que consiga armas nucleares). Había una desconfianza total hacia los políticos (era la época del Nixon del Watergate y de los nada carismáticos Ford y Carter), Estados Unidos estaba en guerra y en América, en determinados países, la democracia no pasaba su mejor momento.

Era un tiempo de pesimismo que se trasladó a la cultura y a la máxima expresión de la cultura de masas, el cine. En esa época las películas presentan como protagonista al antihéroe y sus historias son oscuras y desesperanzadas. No fue hasta el verano de 1977 que George Lucas estrenó Star Wars, una historia de ciencia-ficción, que presenta un mundo claro de buenos y malos. El éxito fue arrollador. Ahora, las películas con pretensiones de seriedad nos muestran seres vacíos (como el adicto sexual de Shame), pero también tienen enorme éxito las sagas fantásticas como Harry Potter, Crepúsculo, Juegos del Hambre o, en televisión, Juego de Tronos. Esta corriente puede verse de forma negativa, como un mero escapismo ante una realidad hostil. Pero creo que responde a una necesidad profunda. El ser humano es complejo y no puede reducirse a una de sus dimensiones por importante que sea.

La razón es una cualidad eminente, pero si se acentúa de forma unilateral, de forma paradójica, se acaba cayendo en el irracionalismo más burdo. Esto es lo que ha ocurrido en el mundo contemporáneo; es curioso que sea la Iglesia Católica la que defienda ahora la dignidad de la razón y su capacidad para descubrir la verdad, mientras el pensamiento postmoderno ha renunciado a ello.

Pero es necesaria la polaridad, la tensión creadora. Hay ciertas corrientes teológicas que en su afán de acercarse al hombre moderno, tratan de reducir la fe a la pura razón. Así, los milagros de Jesús no serían tales sino meras proyecciones de la fe de las comunidades cristianas tras la resurrección de Jesús, o también se discute sobre la forma en la que tuvo lugar la resurrección. Creo que es muy importante investigar y conocer mejor las fuentes, los estilos literarios, las autorías. Pero creo que es un error olvidar que la fe tiene un componente misterioso ante el que la razón tiene finalmente que detenerse. Una cosa es que el hombre moderno vaya a creerse fábulas piadosas, y otra que vaya a aceptar una fe que no plantea puntos oscuros a la razón. San Pablo utilizó, al dirigirse a los atenienses un discurso racional, pero al final les habló de Cristo resucitado. Su éxito fue mediocre, pero seguramente hubiera sido nulo si hubiera presentado un Cristo completamente asequible a la mentalidad pagana.

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