¡Salgan de mi Jardín!

No se trata tan solo de una apropiación de un terreno que no era de él, sino de no “vincularse con personas que interferirían su entorno familiar”, que no son de su clase social. Cuán lejos está del llamado evangélico a considerarnos todos hermanos de un mismo Padre, en el llamado a colocarnos al servicio de los demás, especialmente a los más desfavorecidos.

Miércoles 27 de febrero de 2019 | Rafael Mascayano

“La apertura a un «tú» capaz de conocer, amar y dialogar sigue siendo la gran nobleza de la persona humana.” (Laudato Si, Papa Francisco)

Ha pasado el tiempo, y aún continúan las repercusiones del que expulsó a tres mujeres de lo que él denominó “su jardín”, entre ellas una religiosa, en una playa chilena. Ciertamente la justicia dictaminó que ese lugar no era “su jardín”, sino que era una playa pública al cual podían acceder  libremente las personas.

Posteriormente, se han mostrado (como en todo los veranos) denuncias por apropiación de esos sectores aledaños a ríos, lagunas, lagos y mar.

Ya Carlos Peña (Rector de la U.D.P.), en su reportaje del 10 de febrero en El Mercurio, comentaba que más allá de esta apropiación de sectores que no les pertenecen, es una expresión de que esas personas “no pertenecen ni a su clase, ni a su familia ni a su círculo” y que más que alejarlas de su supuesto predio está el “alejarlas de su vista”.  

No se trata tan solo de una apropiación de un terreno que no era de él, sino de no “vincularse con personas que interferirían su entorno familiar”, que no son de su clase social. Cuán lejos está del llamado evangélico a considerarnos todos hermanos de un mismo Padre, en el llamado a colocarnos al servicio de los demás, especialmente a los más desfavorecidos.

Ahondando más en esta situación, nos encontramos con la relevancia que el Padre Kentenich le da a la “vinculación a las cosas”, y es este un tema poco desarrollado en el tema de las vinculaciones. Mucho hablamos de las vinculaciones personales, algo más a las ideas y muy poco a los lugares y cosas.

El P. Kentenich, en la Jornada de Pedagogía Matrimonial Mariana, comenta en extenso sobre la relevancia de contar con hogares adecuados, lugares donde se desarrolle sanamente la vivencia matrimonial. Más adelante, en 1951, en su Jornada sobre Educación, insiste y llama a los arquitectos a construir hogares adecuados para las familias.

Nos dice, “El hombre es un ser que no vive en el aire sino que vive acá en la tierra. Así como necesitamos vincularnos con afecto a las personas, así también necesitamos vincularnos con afecto a los lugares y a las cosas”. Más adelante subraya aspectos como: “importancia de un ambiente sano, acogedor, bello… necesidad de vivencias sanas… caminar desde lo natural para lo sobrenatural… la realidad de la carencia de espacios…”.

El P.K. subraya la relevancia que tiene el vincularnos a “los lugares y cosas que amamos, porque pasan a ser una extensión de nuestro yo”. Y una sana vinculación a estos lugares ayudará a enaltecer, crecer y asegurar nuestra identidad personal.

“La vida moderna actual con su nomadismo deja a menudo al ser humano sin la más mínima posibilidad de arraigarse en un lugar. Cuánto necesita, por ejemplo, el niño pequeño, hasta saber, hasta acostumbrarse a esta o aquella cosa. Tales acostumbramientos son necesarios para que la naturaleza se introduzca y arraigue en vínculos a lugares. También aquí tenemos que tener presente el desarrollo natural del hombre. ¡Qué insano es a este respecto el hombre actual!”. (Pedagogía para el educador católico, 1950)

Y si miramos con detención lo que el Papa Francisco nos dice en Laudato Si, más fuerte nos resonará la relevancia que el P. Kentenich le da a la vinculación a lugares y a las cosas.

“La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso.”

“Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana.”

“Por eso, Dios niega toda pretensión de propiedad absoluta: «La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra» (Lv 25,23).”

“Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desarrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad.”

Y así continúa desarrollando la relevancia que tiene el medio ambiente para toda la humanidad, no para unos pocos,

“El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y  responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros.”

Es así, que esta actitud, que como decía, es mucho más recurrente que solo la de este señor que expulsó a estas tres mujeres, sino de muchos más que se apropian de lugares en desmedro de tantos que legítima, humana y divinamente tienen derecho a gozar de las maravillas que Dios ha dispuesto para esta “casa de todos”, como bellamente expresa el Papa Francisco en su Laudo Si.

Ahora, si avanzamos un poco más en esta reflexión, es conveniente ver cuánto de esta actitud también la llevamos, de una u otra manera, cada uno de nosotros. Es conveniente ver que en muchas situaciones alejamos a otros de nuestros vínculos personales, excluimos personas porque no “pertenecen a nuestras ideas, a nuestro grupo social, a nuestras creencias religiosas”. Las alejamos también de nuestros “jardines” que consideramos como propios y que Dios nos ha regalado para el beneficio de todos.

Gran tarea es la de cultivar en nosotros mismos la vinculación a lugares hermosos, que nos llenen de las maravillas que Dios ha creado y abrirlas para que toda persona pueda acceder a encontrarse con ellos mismos y con el creador de tanta belleza.

“…el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás.” (Laudato Si, Papa Francisco).

Comentarios
Total comentarios: 3
03/03/2019 - 05:44:01  
Muy bueno!
Preciso llamado a ser consecuentes.

Camila Ramirez
Chile
01/03/2019 - 01:34:38  
Tu Santuario nuestro Hogar
No hay mejor herencia que podamos dejar a nuestros hijos que ensnarled a contruir hogars
Home y no hotels de paso
Scholle y Stube en ale man
Nido y Mi casa
Chesterton afire en que Es unico Lugar donde eres libre y no despiden si fall as en alguna Tarea porque eres persona
Bendiciones

John Hitchman
China
28/02/2019 - 12:58:31  
El título del artículo me recordó el Génesis y la expulsión de nuestros primeros padres del Jardín del Edén; lo cual no fue la intención de Rafael... por supuesto, el buen Dios tuvo otros motivos y otra actitud para expulsarles a ellos del Paraíso. El pecado original en que incurrió nuestra raza humana fue para Él el comienzo de un plan de Redención que culminó con el envío a la tierra de su propio Hijo, como sacrificio y alimento de los hijos de la nueva Alianza.

Maria isabel Herreros Herrera
Viña del Mar, Chile.
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