Tesis de cómo cambiar el mundo

¿Qué hace que un hombre pueda cambiar la manera de pensar de toda una generación? ¿Cómo se produce un cambio de época? ¿Qué pensamientos cambian en el hombre con el correr del tiempo y cuál es el moti...

| Cecilia Sturla Cecilia Sturla
¿Qué hace que un hombre pueda cambiar la manera de pensar de toda una generación? ¿Cómo se produce un cambio de época? ¿Qué pensamientos cambian en el hombre con el correr del tiempo y cuál es el motivo por el cual los pensamientos puedan mutar? Si hablamos de corrientes de pensamiento, y haciendo un estudio solamente de la Filosofía de la Historia, es casi imposible no preguntarse si ocurrió primero el hecho histórico, o bien el hecho histórico se debió a que una corriente de pensamiento lo impulsó antes. En definitiva el mundo está hecho por hombres y todo lo que ocurra en él es querido y aceptado consciente o inconscientemente por el hombre. Desde que San Agustín escribió "La Ciudad de Dios", nos planteamos esta realidad: el hombre hace la historia, pero Dios la conduce. Con esto queremos decir que todo hecho histórico se debe a que el hombre es la causa segunda de los cambios en la historia, porque la causa primera es Dios mismo. Nadie al hablar de "hecho histórico" lo hace independientemente del hombre, forjador de ese mismo hecho. Cuando hablamos de época "irracional" o "vacía", hablamos del hombre que ha perdido la capacidad de razonar y de llenar el vacío (provocado por él mismo) de su existencia. La gradual pérdida de los valores y de las costumbres consideradas como buenas en determinada época histórica, se debe simplemente a que el hombre ha dejado de considerar la interioridad y el esfuerzo que exigen ciertas leyes morales como dignas de él mismo. Es cierto que los valores no se pierden "del todo" y que siempre quedan algunas virtudes dando vueltas en alguna parte del hombre. Chesterton decía en su "Ortodoxia", que no es que las virtudes hayan desaparecido, sino que las virtudes están... pero sin rumbo. Es claro que si se encuentran dispersas, significa que el hombre no las hace propias y las virtudes quedan sin dueño. El hecho central es: ¿cómo puede el hombre encarnar las virtudes si su centro se encuentra desquiciado? ¿Y de dónde surge este desorden?Claramente la cuestión que nos urge es una cuestión metafísica puesto que el desorden del hombre proviene de su ser mismo. Tenemos una naturaleza herida por el pecado original, y esta naturaleza reclama, por decirlo de alguna manera, sus errores y aciertos. La época en la que estamos inmersos, es una época donde nada hay estable ni fijo: lo que hoy es un valor, mañana probablemente no lo sea y pasado mañana es un desvalor... ¿Cómo encontrar entonces un centro de gravedad que nos oriente y nos ayude a forjar el hombre nuevo en la nueva comunidad? ¿Cómo forjamos historia? Pregunta compleja si las hay, ya que requiere del máximo de interioridad posible. Es necesario adentrarnos en lo profundo de uno para encontrar allí los motivos que nos urgen a querer cambiar las cosas que vemos mal: ¿Estoy dispuesto a sacrificar algo por el cambio? ¿Quiero que cambie la educación? ¿Veo que la autoridad es algo que se está perdiendo a todo nivel? ¿Lucho por tener autoridad moral frente a mi familia y frente al otro? Las crisis actuales que me rebelan: ¿son capaces de sacarme de mí mismo para afrontar la dificultad diaria de luchar contra ellas? Está claro que no todo debe reducirse a una cuestión voluntarista. Pero si ahondamos en nuestro interior, vamos a descubrir que muchas actitudes que a mí me indignan del otro...las tengo yo pero no la veo desde la misma perspectiva. Es quejarse por la paja en el ojo ajeno, sin darnos cuenta de la viga que corta la visión en nuestro propio ojo... El concepto clave para transformar el mundo y a nosotros mismos es el de la misericordia: tener el corazón puesto en la miseria del otro, porque la miseria ajena, me muestra la mía también. En definitiva, el mensaje cristiano es innovador, porque contempla esta realidad humana, tan humana, de criticar lo que está mal en el mundo y quedarnos conformes con la misma crítica. ¿Acaso no estamos llamados a transformarlo? ¿Perdimos la confianza en que es Cristo mismo el Señor de la Historia? ¿No estamos llenos de dificultades porque justamente nos estamos apartando de esa fe que "mueve montañas" y que prefiere contar las dificultades antes que contar los aciertos? ¿No nos estamos aburguesando un poco en nuestro cristianismo? El Padre Kentenich nos impulsa nuevamente en estos tiempos un poco desquiciados: somos forjadores de historia, no meros espectadores. ¿Acaso no fue esa la conclusión principal de Aparecida 2007? Ser discípulos y misioneros es estar atentos al tiempo actual para así poder transformar al mundo en Cristo Jesús. Coincide con la causa final del Movimiento de Schönstatt: "La renovación religioso moral del mundo en Cristo.
Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs