Un Papa Valiente: ¡Gracias Santo Padre!

Benedicto XVI confirmó lo que ha sido su gran motivo de vida: el amor a la Iglesia, a Dios y a los hombres. Deja ahora que savia nueva conduzca la barca de Pedro, ya que toda su estructrura no es más que un servicio a la gran causa que es llevar el Evangelio, la vida, la verdad y justicia, al hombre total. La Iglesia – obispos, consagrados, fieles - no está ahí para servirse a sí misma sino para servir a la humanidad.

| Padre Hugo Tagle Padre Hugo Tagle

A las 4 de la tarde hora local del 28 de febrero, Benedicto XVI dejó el cargo para iniciar su tiempo de "oración y recogimiento", como es su voluntad.

"Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre y sobre todo en los momentos difíciles. Jamás perdamos esta visión de fe, que es la única verdadera visión del camino de la Iglesia y del mundo", señaló en su última audiencia. Benedicto XVI abandonó su cargo con la misma sencillez con que lo asumió hace ya casi 8 años. "Ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino", dijo en su breve comunicado y lo ha repetido después. "El Señor me llama a 'subir al monte', a dedicarme aún más a la oración y a la meditación", dijo en el último rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro. "Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, es más, si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas", recalcó en esa oportunidad.

Tristeza pero conformidad y apoyo son los sentimientos que cruzan el mundo cristiano. La decisión del Santo Padre fue tan sopresiva como valiente y comprensible y abre a perspectivas que, bien aprovechadas, resultarán muy auspiciadoras para el curso que tome la Iglesia. Las lecturas tremendistas de la decisión papal se han ido apagando para dejar relucir lo que realmente la animó: una señal de enorme libertad interior, de humildad, que rompe falsas y artificiales sacralidades, que desafía a ahondar más en la fe y la forma de vivirla.

Los frutos de su decisión ya se hacen notar: la llamada a una renovación de la estructura eclesial, comenzando por la forma en que se entiende el servicio petrino y eclesial, ha cruzado la reflexión intraeclesial. A partir de hoy (jueves 28) y con seguridad, seremos testigos de cambios profundos que le harán mucho bien a la Iglesia de este siglo XXI.

Benedicto XVI confirmó lo que ha sido su gran motivo de vida: el amor a la Iglesia, a Dios y a los hombres. Deja ahora que savia nueva conduzca la barca de Pedro, ya que toda su estructrura no es más que un servicio a la gran causa que es llevar el Evangelio, la vida, la verdad y justicia, al hombre total. La Iglesia – obispos, consagrados, fieles - no está ahí para servirse a sí misma sino para servir a la humanidad.

A pesar de haber asumido su cargo entrado en años, su ministerio estuvo animado por una gran valentía. Mostró un aplomo y fortaleza notables al momento de enfrentar dificultades para el esclarecimiento de múltiples abusos e iniquidades que no vienen de fuera, sino de dentro de la Iglesia.

Como lo dijo en su viaje a Portugal en 2010: "Hoy, las más grandes persecuciones a la Iglesia no vienen de fuera, sino de los pecados que hay dentro de la propia Iglesia. Es aterrador cómo sufre la Iglesia por esos ataques y esos pecados".

Pero su renuncia no debe sorprender tanto. El Papa ha vivido renunciando: a una familia, a su país, a su docencia, a darse gustos y lujos. Su vida fue pura entrega abnegada a la Iglesia. Esta última renuncia corona una cadena de postergaciones por los grandes amores de su vida que vienen a ser uno y el mismo: Jesús, Cristo y su Iglesia.

Decisión valiente que interpela a quienes se apegan al poder, aplausos, influencias. Sólo cabe agradecer su notable ejemplo. El nuevo Papa se enfrentará a tan grandes como fascinantes desafíos: nos adentramos en el año de la fe, en julio es el encuentro mundial de jóvenes en Rio de Janeiro y urge una renovación de múltiples aspectos del servicio eclesial, tal cual lo mencionó Benedicto XVI en sus últimas intervenciones. Abordar la anhelada renovación a que él apuntó reiteradamente, será la forma concreta de honrar su fecundo servicio eclecial. El nuevo Papa será el mejor y el más apropiado para este nuevo tiempo. Eso lo sabe Benedicto XVI, ya que ha sabido siempre que es Dios quien conduce a su Iglesia.

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