2.2. La misión salvífica de occidente en sentido amplio
Segundo Fin: La misión salvífica de Occidente, en sentido amplio
La “misión salvífica” se refiere la iniciativa del Dios salvador y redentor que sale al encuentro de la humanidad que ha roto el vínculo con él por el pecado. Dios busca salvar a la humanidad y devolver al hombre su dignidad.
Este camino de salvación es largo. Según la Biblia, Dios confió una "misión salvífica" a Adán y Eva para toda la humanidad, misión que ellos perdieron a causa del pecado original.
Luego es el pueblo judío, con el cual Yahvé sella una alianza, quien recibe de Dios nuevamente y en forma peculiar una misión salvífica. Pero el pueblo escogido nuevamente falló: rompió la alianza del Sinaí y, cuando Dios envía al Mesías, no lo acepta.
Sin embargo, este rechazo, que termina con la muerte de Cristo en el Gólgota, se convierte en la fuente de salvación definitiva: Cristo nos redime por su pasión, muerte y resurrección.
Cristo entrega a la Iglesia el encargo misionero de llevar a todos los pueblos la Buena Nueva de la redención: “Id a todos los pueblos y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15).
La Iglesia naciente, a partir de la orientación de san Pablo hacia "los paganos", históricamente se enraizó de modo especialísimo en el mundo greco-romano. La capital del imperio, Roma, pasó a ser la sede del primado de Pedro.
Con ello, el mundo antiguo, y cada vez más específicamente Europa, acepta el mensaje y la fe en Cristo haciéndose cargo de la misión salvífica de llevar a todo el mundo la Buena Nueva de Cristo.
Cuando el P. Kentenich usa el término “misión salvífica de Occidente” , no se refiere en primer lugar a la cultura de la cual es portador Occidente, sino, específicamente a la fe que encarnó esa cultura y al impulso misionero que surgió a partir de ella. Se refiere a la especial responsabilidad del cristianismo en Occidente en orden a la evangelización del mundo. La misión salvífica de Occidente consiste entonces en la responsabilidad por la cristianización del mundo.
Sin embargo, pasados los siglos, ese impulso misionero fue decreciendo. En los últimos siglos, especialmente a partir del Renacimiento, y luego en la época donde reina el racionalismo y el hombre centra su existencia en el más acá, en los logros de la ciencia y de la técnica, progresivamente se va desligando de Dios y su fe entra en un período de franco debilitamiento. Hoy Europa ya no “exporta” la fe al resto del mundo. Occidente como tal ha caído en una corriente de franca descristianización.
Schoenstatt, como miembro vivo de la Iglesia, se siente particularmente responsable de "asumir", "salvar" o “rescatar” la misión redentora del cristianismo. Como movimiento específicamente apostólico-católico o apostólico-universal, Schoenstatt, desde el inicio, se sintió llamado por Dios a asumir la misión salvífica y a ser un baluarte de la cristianización o recristianización del mundo.
Con esto Schoenstatt se coloca en una plataforma universal de primer orden. Pero, lo repetimos, en el sentido de anunciar la Buena Nueva a todo el universo y de responsabilizarse porque la persona y la acción de Cristo llegue a todo el mundo.