4. a. La pedagogía dinámica (o de movimiento)

P. Rafael Fernández

4. La metodología pedagógica de Schoenstatt

Tanto la pedagogía del ideal como la pedagogía de vinculaciones suponen en su aplicación metodológica o metodología lo siguiente:

a. Una pedagogía dinámica (o de movimiento)

b. Una pedagogía de confianza

c. Una pedagogía de libertad

 

a. La  "pedagogía dinámica" (o de movimiento)

Observación general: La pedagogía de movimiento consiste en movilizar valores de acuerdo a la perspectiva de intereses de las personas. Es una pedagogía que afirma los valores vivos en la persona y en la comunidad, que actúa a partir de ellos, integrándolos en los valores e ideales superiores del Evangelio y de la espiritualidad schoenstattiana.

Cuando el educador -de acuerdo a la pedagogía del ideal- se encuentra ante la tarea de presentar ideales y promover el entusiasmo por ellos, tiene ante sí una doble posibilidad:

 

  •  presentar los ideales en forma lógica y supratemporal, partiendo de los valores objetivos del ideal cristiano y schoenstattiano, expresados en su doctrina y su moral. Los presenta entonces a las personas y al grupo “objetivamente”, sin preguntarse primero qué capacidad tienen ellos, subjetivamente, de entender y entusiasmarse por esos ideales y valores.
  • actuar no "lógica" u "objetivamente", sino en forma psicológica", aplicando lo que el P. Kentenich llama "pedagogía de movimiento".

 

En este caso, el educador (que está personalmente consciente de los valores que entraña el ideal cristiano en sí mismo y en la perspectiva en que Schoenstatt los concreta), antes de presentar estos ideales, se pregunta por los intereses que están vivos en las personas y en el grupo.

Al actuar de esta forma, no parte de sí mismo, sino de las personas a las que se está llamado a servir: presenta los ideales en una perspectiva sicológica. No se entiende a sí mismo como un “instructor” o un profesor que trasmite ideas o una doctrina. Es un “educador”, y “educar” viene de e-ducere, sacar desde dentro, a partir de lo que hay en el alma de los educandos.

Una triple perspectiva de intereses

Cuando hablamos de movilizar “valores”, nos referimos a realidades en cuanto son un “bien”, algo que percibimos como bueno para nosotros, como algo que nos sirve o plenifica como personas y comunidad. Es, filosóficamente hablando, el ser “en cuanto apetecible”. Una idea en sí misma la captamos con nuestra inteligencia. Esa idea pasa a ser un valor para nosotros cuando nuestra voluntad o afectividad la apetece como algo bueno y positivo para nosotros. En ese caso nos interesamos por ella.

Hay cosas o realidades, valores, que nos interesan a partir de nuestra apetencia instintiva, racional o sobrenatural. Intereses, primero, que brotan instintivamente, en forma inconsciente, del alma de las personas; en segundo lugar, se dan intereses que las personas poseen en forma consciente o reflexiva y por último, se dan intereses que brotan de la fe, del mundo religioso que está vivo en el alma. La pedagogía de Movimiento moviliza valores de acuerdo a esta triple perspectiva de intereses:

  • inconsciente e instintiva
  • consciente o racional, y
  • sobrenatural o a partir de la fe

En el primer caso hablamos de una perspectiva de intereses instintiva. Se trata de aquellos valores o intereses que nos atraen en forma espontánea-instintiva. Por ejemplo, normalmente las personas son sensibles a los valores del acogimiento, pues cada persona, de una u otra forma, vive su contingencia, es decir, su limitación y desvalimiento. Busca instintivamente un ser que lo proteja, que le dé seguridad, que lo sustente. Esto lo hace receptivo para comprender a María como Madre, Reina de la misericordia y refugio de los pecadores.

Cada persona posee también una receptividad instintiva peculiar para la comunidad y los valores comunitarios, pues por naturaleza somos seres sociales que necesitamos salir del aislamiento y que nos realizamos en la medida en que entramos en contacto con otras personas.

La necesidad de redención, el anhelo de libertad, el ansia de valer, se enmarcan dentro de esta perspectiva instintiva de intereses.

Existe también en las personas y en el grupo una perspectiva racional de intereses a la que también debe atender el educador. Nos referimos más arriba al "espíritu objetivo del tiempo", es decir, en una época y una cultura determinada, existen valores que "flotan en la atmósfera". Por ejemplo, el interés por la ecología, por el desarrollo económico, por la liberación femenina. El dirigente debe tenerlos en cuenta al presentar Schoenstatt o abordar una determinada temática. De otro modo, hablará "por sobre las cabezas" de las personas y no logrará captarlas. Lo que éstas reciben o se les propone les parecerá poco interesante, algo "por las nubes", desubicado.

Por último, se da una perspectiva sobrenatural. Esta se refiere a aquellos valores que suscitan el interés especialmente a personas que poseen una vivencia de la fe. Así, por ejemplo, será interesante para un grupo que es religioso, que se les hable de la eucaristía o de Schoenstatt como un lugar de gracias.

Respecto a la captación de esta triple perspectiva de intereses, no pueden darse reglas concretas. Aquí tiene lugar especialmente el tacto pedagógico del educador, su esfuerzo por ponerse en el lugar de las otras personas y, no en último término, su espíritu de oración y sensibilidad para percibir las voces de Dios en el tiempo, en el alma y el orden de ser, guiado por la fe práctica en la Divina Providencia.

Resumiendo: La pedagogía de movimiento procede primariamente sicológica y no lógicamente, según una racionalidad objetiva. La vida no es un esquema, es algo complejo y rico, que se desarrolla no según una secuencia lógica predeterminada, sino orgánicamente. No es ”supratemporal”. Es una pedagogía de adaptación, que actúa no a partir de los intereses del dirigente, sino de lo que éste ausculta en quienes están a su cuidado: atiende y toma en cuenta en primer lugar la realidad subjetiva de las personas que le han sido confiadas. Esto, por cierto, no significa que el educador mismo no deba poseer una doctrina clara y principios muy definidos. Pero, insistimos, no es un profesor de metafísica, de dogma o de moral, es un educador que sirve a la vida.

De esta manera logra que los valores del Evangelio y típicamente schoenstattianos sean captados "desde adentro" y que no se perciban como algo extrínseco e impuesto desde fuera.

Especial cuidado debe poner el dirigente schoenstattiano en no atenerse "mecánicamente" a fichas que puedan ponerse a su disposición; a temas “que hay que pasar”, sobre los cuales se discute y reflexiona. Esta pedagogía termina matando la vida y la originalidad de las personas y de la comunidad.

Toda rigidez es insana y, por otra parte, todo amorfismo o falta de línea es infecundo. La pedagogía de adaptación sicológica evita ambos extremos.

Cómo captar la perspectiva de intereses

Guiado por la fe práctica en la Divina Providencia y por una actitud básica de respeto, el educador se preocupa por descubrir la perspectiva de intereses de las personas, individualmente y como comunidad.

Para esto es preciso que, en primer lugar, conozca a los suyos y les tome cariño. El conocimiento que da el amor o la vinculación personal a los suyos es el camino más eficaz, que permite captar la "frecuencia" en que ellos "transmiten".

Conocerlos significa que se ha establecido una relación con ellos; que ha captado sus "puntos de contacto”, que ha entrado en su mundo, en lo que ellos hacen, en lo que les atrae, en sus gustos e intereses. Así irá descubriendo, poco a poco, a través de esos puntos de contacto, cuáles son los valores que los mueven.

El educador, al mismo tiempo, debe tratar de conocer el ambiente cultural y el mundo de valores que reina allí donde viven y trabajan los suyos. Por este camino también podrá percibir en forma indirecta sus tendencias; ya que las personas, inconsciente y funcionalmente, vibran con los valores que flotan en el ambiente. Existe "un espíritu objetivo" del tiempo: cada cultura y subcultura tiene su propio mundo de valores e intereses.

El estudio de la psicología evolutiva, la receptividad e intereses propios de cada edad, la psicología propia de cada sexo, también arrojan datos orientadores para el correcto actuar del educador.

A partir de esta observación, el educador está en condiciones de saber cómo debe presentar el mundo de valores o ideales schoenstatianos.

Si en el grupo, por ejemplo, detecta un interés especial por la vida espiritual o por lo social, en primer lugar afirmará la validez de esos valores. Pero los pondrá en relación con el ideal evangélico y schoenstattiano. Mostrará cómo el Evangelio y Schoenstatt, en particular, aprecia ese valor y lo practica. Mostrará las proyecciones y exigencias que deduce de él.

Las personas perciben entonces -sin que sea necesario realizar una reflexión consciente- que los ideales “objetivos” dan una respuesta válida a sus inquietudes.

A partir de esta situación, el educador puede conducir y orientar el proceso educativo hacia valores más centrales (si es que se ha partido de valores más periféricos); conduciendo a las fuentes más profundas que están en relación con esos valores. Por ejemplo, si el grupo tiene un interés por lo espiritual-religioso, profundizando ese mundo de valores puede y debe llegar a la persona de María, viéndola como la gran orante, o descubriendo su íntima relación con Cristo o su actitud filial frente a Dios Padre.

En el caso de abordar un tema propuesto por la rama o comunidad correspondiente al curriculum formativo de la misma, el dirigente deberá igualmente buscar una presentación que esté de acuerdo con la perspectiva de intereses del grupo y las personas que lo componen.