Evangelio domingo 14 de abril

Sábado 13 de abril de 2024 | Juan Francisco Bravo

14 de abril de 2024
Evangelio según San Lucas 24, 35-48
Tercer domingo del tiempo de Pascua

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Mirad mis manos y mis pies: Soy yo en persona".

Jesús parece decirnos: mis apariciones después de mi Resurrección no permiten reconocer que no era ningún fantasma ni un espíritu raro. Al compartir el pan o los pescados, y al mostrarles mis llagas, estaba mostrándoles que de verdad resucité. Con mi corporeidad y mi espiritualidad: soy Dios y hombre. El fundamento de la fe de ustedes se basa en el testimonio de un grupo de pescadores y discípulos, los testigos de mi Resurrección. Cuando se afirma en la Iglesia que nuestra fe se fundamenta en mi Resurrección, se está recalcando que soy completamente hombre y, misteriosamente, también soy completamente Hijo del Padre para amarlos a todos. Mi encarnación es el regalo del amor infinito del Padre.

¿Cómo es posible la inmensidad del amor de Dios Uno y Trino? Me abisma siempre. Desde la celebración pascual de la Eucaristía hasta su encarnación en las entrañas purísimas de la Virgen María. Desde los dolores, azotes y humillaciones de una justicia injusta hasta la grandeza de su corazón que promete estar juntos en el Paraíso al Buen Ladrón. Mi fe se ha sustentado sobre la conciencia de que Dios me ama infinitamente a pesar de mi miseria personal. Pero para tener la apertura de corazón hay que pedir con insistencia que el Espíritu Santo ilumine el corazón. La grandeza de Jesús es para vivir siempre en unidad al misterio trinitario.

Querido Señor Jesús, estás conmigo siempre junto con tu Madre María y en compañía del Padre Dios, con su amor lleno de ternura y misericordia. Me inclino ante el amor con que nos acompañas día a día. Dios uno y Trino, eres un remolino de misericordia, de cariño y comprensión. Te pido perdón por mis negaciones, igual que Pedro. Bendito y alabado seas por el amor que me tienes y el que le tienes a todos. Tu Pascua, Jesús querido, y la Fiesta de la Divina misericordia, es el tiempo para agradecer y retomar la conciencia del cariño acompañante y permanente que nos tienes en nuestra vida diaria. Todo en la vida es un solo canto a la misericordia y al amor de Dios, ahora y por los siglos de los siglos.

AMÉN

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