La Cuenta de Conciencia y la Confesión Regular
A los medios ascéticos que ofrece el sistema de autoformación schoenstattiano pertenece también entregar mensualmente a un confesor estable, sea personalmente o por escrito, nuestra cuenta de conciencia. Esta "cuenta de conciencia" es nuestro "balance" del mes.
P. Rafael Fernández
A los medios ascéticos que ofrece el sistema de autoformación schoenstattiano pertenece también entregar mensualmente a un confesor estable, sea personalmente o por escrito, nuestra cuenta de conciencia. Esta "cuenta de conciencia" es nuestro "balance" del mes. Esto supone que hacemos una "renovación mensual" o pequeño retiro o revisión de vida mensual, en la que consideramos el paso de Dios por nuestra vida a la luz de la fe práctica. Nos preguntamos por los regalos de Dios que hemos recibido y también por nuestras faltas o caídas. Examinamos especialmente la lucha por nuestro propósito particular y el cumplimiento de nuestro horario espiritual.
Junto a esto está la recomendación de acudir regularmente a al sacramento de la reconciliación
con un confesor estable (en general, cada mes o cada dos meses). Así como la Iglesia asegura que los fieles acudan a la celebración del sacramento de la eucaristía los domingos y fiestas de guardar y a confesarse al menos una vez al año, así también se entiende que Schoenstatt recomiende para alguien que aspira a vivir un cristianismo de mayor compromiso apostólico, acudir a la recepción del sacramento de la reconciliación en forma más asidua y regular.
El motivo para ello, más allá de lo que significa en sí mismo recibir el perdón sacramental de nuestros pecados, es que una vida espiritual más profunda nos lleva a descubrir también con mayor hondura las faltas y pecados que cometemos. Ello mismo nos mueve a acercarnos más al Señor para pedirle perdón y recibir su gracia a fin de continuar nuestro camino de santificación. Arrepentirnos de lo que hemos pecado por omisión o por hechos concretos, significa volvernos filialmente al Dios de misericordia y retomar nuestros ideales y propósitos.
Muchos se quejan de que "no saben de qué confesarse" o bien, que siempre se confiesan "de lo mismo". Es posible que ello se deba justamente a que no han asumido un camino de autoformación eficaz. Entonces la delicadeza de conciencia está aletargada y sólo es capaz de percibir los pecados graves, pero no los pecados leves o faltas de delicadeza con Dios. El P. Kentenich distingue en este sentido la "culpa ascética" y la "culpa moral". La primera se refiere
precisamente a aquello que sin ser un pecado grave no corresponde al ideal, al comportamiento de alguien que se sabe regalado en forma especial por Dios y que está llamado a cultivar una relación de amistad más estrecha con él.
Si realizamos la oración o revisión del día diariamente, si trabajamos con la ayuda del examen particular y del horario espiritual, si hacemos la revisión o retiro mensual, entonces no nos faltará "materia" para nuestra confesión. Nuestras anotaciones en el cuaderno personal pueden ser una buena "ayuda memoria" para ello.
Al realizar la revisión mensual, normalmente tendremos claridad sobre qué cosas tenemos que pedirle perdón al Señor. Además de ello, podemos servirnos de un cuestionario o examen de conciencia que hayamos preparado anteriormente. Muchos se valen, para preparase a la confesión, de los 10 mandamientos y se examinan de acuerdo a estos.
Si nos encontramos, sin embargo, en un camino de autoformación como el que Schoenstatt ofrece, es aconsejable elaborar nuestro propio decálogo. Es decir, podemos elaborar un "cuestionario" sobre la base del Ideal Personal y de lo que éste nos señala.
Desarrollamos entonces los diversos elementos integrantes y los detallamos en forma de preguntas. Por ejemplo, si alguien tiene como Ideal Personal ser «todo para todos» (como formuló su ideal José Englig), y ve en ese ideal como elementos centrales la servicialidad, la actitud instrumental y el espíritu de sacrificio, entonces podría desglosarse cada aspecto del siguiente modo:
1. Servicialidad:
Atender a las necesidades de los demás: ¿Estuve alerta para ayudar en mi casa?, ¿me adelanté a cumplir los deseos que los otros manifestaban?, ¿he superado la pereza?, ¿he servido a las personas que no me resultaban simpáticas?, etc.
2. Actitud instrumental:
Servir en dependencia de María: ¿Cómo estuvo mi vinculación a María?, ¿hice la meditación?, ¿le ofrecí pequeños sacrificios?, etc.
3. Espíritu de sacrificio:
Cultivo del desprendimiento y reciedumbre personal: ¿Me dejé llevar por la comodidad?, ¿hice bien lo que tenía que hacer: trabajo, estudio, etc.?
Y, así, sucesivamente, se podrían ampliar estos puntos o agregar otros.
Puede ser que otros prefieran elaborar un examen de conciencia abordando la vinculación a Dios, al prójimo, al trabajo y a sí mismo.
En esta forma, se puede desarrollar el Ideal Personal de modo muy completo. Este "espejo del
Ideal Personal" o "espejo de perfección", como lo denomina el P. Kentenich, nos ayuda a «aterrizar» el ideal y sirve de guía para nuestro retiro mensual y la preparación de la confesión sacramental.
Al examinarnos no es necesario, por cierto, detenerse en cada aspecto particular. Después de un examen más general, podemos profundizar algún aspecto particular, de acuerdo a lo que Dios nos indica por las circunstancias o por las voces del alma.