La televisión: ¿ángel o demonio?

Afirmar que la televisión ejerce una influencia decisiva sobre las personas es casi una obviedad. Sin embargo, es más discutible la valoración de dicha influencia. Habitualmente, se acentúan los aspectos más negativos: el elevado tiempo que se pasa ante la "caja boba" (tiempo robado a otras actividades), el fomento de actitudes pasivas, la transmisión de antivalores. Pero es indudable que la TV tiene también aspectos positivos. ¿Cuánto tiempo le dedicamos nosotros y nuestros hijos a la TV?¿Se corresponde con la prioridad que le damos? Pinche la foto o "Leer más... " para leer el artículo completo.

| César Fernández (España) César Fernández (España)

Afirmar que la televisión ejerce una influencia decisiva sobre las personas es casi una obviedad. Sin embargo, es más discutible la valoración de dicha influencia. Habitualmente, se acentúan los aspectos más negativos: el elevado tiempo que se pasa ante la "caja boba" (tiempo robado a otras actividades), el fomento de actitudes pasivas, la transmisión de antivalores. Pero es indudable que la TV tiene también aspectos positivos.

No hace mucho, la revista Foreign Policy publicó un artículo titulado "La televisión salvará al mundo". Bajo ese título (tan mesiánico) se recogen datos obtenidos en diversos estudios que muestran algunos de los efectos benéficos de este medio. En un estudio del Banco Mundial realizado entre jóvenes de las barriadas de favelas en Fortaleza, Brasil, se concluye que "los chicos que ven la tele fuera de la escuela, tienen muchas menos posibilidades de consumir drogas. El poder de la televisión para reducir el consumo de drogas entre la juventud es dos veces mayor que tener una madre relativamente bien educada".

En otro estudio realizado también en Brasil se observó que la llegada de la programación de la cadena Globo a zonas muy pobres del norte de ese país, resultó en una clara disminución de la tasa de natalidad (un efecto positivo para el articulista de aquel artículo). La explicación dada: en las abundantes telenovelas de la programación de Globo las protagonistas eran mujeres relativamente autónomas, con pocos hijos y con situaciones económicas desahogadas. Estas mujeres pasaron a ser el modelo a seguir por gran parte de las telespectadoras. Indudablemente, la TV podría ser una poderosa trasmisora no sólo de conocimientos sino también de valores.

Más allá de los efectos inmediatos de tal o cual mensaje (directo o subliminal) transmitido a través de la TV, me interesa considerar los efectos más profundos. El hombre moderno, bajo el influjo de la TV (pero también del cine, de internet y de los teléfonos móviles), piensa que la realidad está compuesta de fragmentos e instantes, de pequeños relatos, de frases dichas por alguien (por alguna celebridad, de ser posible), de hechos y datos recogidos a vuelapluma en un programa y desconectados entre sí, de píldoras de "sabiduría circunstancial" que reemplazan a los viejos refranes pero sin su fundamento de siglos.

Al hombre moderno le sobra información (yo diría incluso que le sobran conocimientos) pero le falta sabiduría. Le falta un principio unificador de todos esos conocimientos que le permita interpretarlos y orientarlos a la vida. El P. Humberto Handtwater hablaba del hombre discontinuo, tipo "película", en contraposición al hombre continuo, integrado, poseedor de un principio vital que anima toda su vida.

Para alcanzar dicha integración, dicha sabiduría, es preferible sin duda la lectura sosegada de un buen libro, el intercambio de ideas dentro de una conversación, un rato de meditación en el Santuario, un paseo por el campo, que la "observación" de un programa de TV, por muy bueno que éste sea y por muchos mensajes positivos que pueda transmitir. Se me puede decir que una cosa no quita la otra y que se puede compatibilizar el ver interesantes eventos deportivos o culturales por la TV y leer libros o tener interesantes conversaciones. Sin duda, pero tenemos que tener presente que también hay que compatibilizarlo con el trabajo, la vida familiar, la vida social... Y dado que el tiempo es nuestro principal factor limitante, tenemos que ser muy cuidadosos en el orden de prioridades que tenemos para distribuirlo. ¿Cuánto tiempo le dedicamos nosotros y nuestros hijos a la TV?¿Se corresponde con la prioridad que le damos?

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