LLORO CON LOS QUE LLORAN

  Lloro con los que lloran. La reciente noticia que ha dado la Dirección mundial de los Legionarios de Cristo, sobre la existencia de un hijo natural del fundador de esa obra el Padre Maciel (qepd), es un golpe muy duro para esa comunidad y las obras por el fundadas, pero también para todos los miembros de la Iglesia.

| JUAN ENRIQUE COEYMANS AVARIA. JUAN ENRIQUE COEYMANS AVARIA.

 

 

 

Lloro con los que lloran.

La reciente noticia que ha dado la Dirección mundial de los Legionarios de Cristo, sobre la existencia de un hijo natural del fundador de esa obra el Padre Maciel (qepd), es un golpe muy duro para esa comunidad y las obras por el fundadas, pero también para todos los miembros de la Iglesia.

Con San Pablo decimos: nos alegramos con los que se alegran, lloramos con los que lloran. Las penas y aflicciones de los demás hermanos son también penas y aflicciones nuestras.
Nuestro padre fundador nos enseñó una triple actitud para enfrentar nuestras propias caídas y las caídas y pequeñeces de los demás: no asombrarnos, no deprimirnos, no acostumbrarnos.

No asombrarnos: es decir no es raro que seamos pecadores, que caigamos. Nuestro Señor Jesucristo no murió por los demás, sino por cada uno de nosotros, no por los de fuera de la Iglesia sino también por los de dentro: su sangre la derramó por mí.

No deprimirnos: Dios nos ama a pesar de nuestras caídas y quizás si precisamente por ellas. Por eso no podemos perder la esperanza, creer que no tenemos remedio, porque eso es dudar de la eficacia sanadora y salvadora de Jesús. No podemos entristecernos definitivamente por nuestro pecado, aunque es legítimo que nos duela nuestra pequeñez.

No acostumbrarnos, que significa no abusar de la misericordia de Dios. Hacer lo que podamos por no volver a caer y volver a levantarnos aunque hayamos caido. Y eso, una y otra vez.

¿Por qué Dios permite nuestras caidas, y caídas tan grandes y tristes?

La respuesta no es única pero al menos haré un esbozo según lo que nuestro padre fundador nos enseñaba: Dios permite que caigamos, para que crezcamos en humildad. Y eso, a nivel personal, pero también comunitario. Y crecimiento en humildad en los tres grados con que la teología ascética distingue en la humildad: el primero reconocer nuestra pequeñez, el segundo que los demás conozcan nuestra pequeñez, y el tercero, que nos traten los demás según nuestra pequeñez.

Nuestra reacción ante lo sucedido con los Legionarios de Cristo, es de solidaridad, de oración por ellos. De no escandalizarnos ni tirar hipócritamente piedras, aunque de claridad de ideas y principios: lo negro es negro y lo blanco es blanco, sin entrar a juzgar a las personas.

Cuando el Señor en el evangelio decía que el que se sienta libre de pecado tire la primera piedra, no se dirigía solamente a los judíos y fariseos de su época, sino también a nosotros.
Por eso, nuestra oración debe ser como la del publicano: Señor ten piedad de nosotros que somos pobres pecadores. Ten piedad de tu Iglesia y de cada uno de nosotros.

AMEN.

Juan Enrique Coeymans A.

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