Los cuentos de hadas son ciertos

  ¿Qué elemento hace que los adultos vayamos tirando por tierra esas creencias que nacen de la certeza? Porque la fe nos da certeza, y la fe en los Reyes es una fe inamovible... y así está bien. Creer en los Reyes y también en los cuentos de hadas, en la fantasía hecha cuento, nos brinda una enseñanza que en la época de la adultez nos dará una perspectiva más amplia, más profunda, más verdadera. Pinche la imagen o en "Leer más..." para ir a la columna de Cecilia Sturla.

| Cecilia Sturla (Argentina) Cecilia Sturla (Argentina)
"Los cuentos de hadas son ciertos, no porque nos hablen de que existen dragones, sino porque nos dicen que podemos vencerlos". G.K. Chesterton

Es curioso que nuestra época, con todo su avance tecnológico, esté de vuelta en muchos temas que antes eran incuestionables.

Con la llegada de los reyes Magos a mi casa, donde el pastito puesto en fuentes al lado del pesebre, el agua y demás menesteres para que los pobres camellos se abastecieran y pudieran continuar en su largo camino repartiendo sus sencillas ofrendas, mis hijos (los más chicos) se despertaron contentos porque "los escucharon" cuando tomaron el agua...

¿Qué elemento hace que los adultos vayamos tirando por tierra esas creencias que nacen de la certeza? Porque la fe nos da certeza, y la fe en los Reyes es una fe inamovible... y así está bien. Porque creer en los Reyes y también en los cuentos de hadas, en la fantasía hecha cuento, nos brinda una enseñanza que en la época de la adultez nos dará una perspectiva más amplia, más profunda, más verdadera.

Hoy hay una tendencia que quiere eliminar los mitos, el misterio y los elementos claves de los cuentos de hadas. Que la bruja del bosque se comiera a los niños y Hansel y Gretel por un pelo no fueran comidos... ¡uf! menos mal... Pero como es un cuento muy "violento" para la mente infantil, debemos matizarlo, cambiando palabras y haciendo retoques para que a la mente infantil (o adulta) no le resulte chocante ese pasaje del cuento. Y entonces la bruja no se come a los niños, sino que los "retiene" sin dar demasiadas explicaciones. Que la niña de los zapatitos rojos, para dejar de bailar se haya tenido que cortar los pies, eso ya ni se narra... ¿Cómo le vamos a cortar los pies a una niñita? "¡Mi hijo va a soñar pesadillas durante un mes!".

Pero eliminar esos temas crueles de los cuentos infantiles no es sino un desconocimiento de cómo funciona la mente de los niños. Porque lo fantástico en la mente de los pequeños suena como algo digno de ser vivido: allí donde hay dragones, magia, maldad en estado puro y no sucedáneos grises que no se entienden, muestran que la vida en algunos temas es clara: o se está del lado de los buenos o del lado de los malos, o se hacen cosas que nos van marcando el camino hacia lo bueno o nuestras acciones se dirigen al mal. La maldad es un hecho y para ser buenos hay que combatir esa maldad: sea la propia, de una bruja antropófaga o de un dragón incendiario... o el hecho de anteponer los bienes materiales a los espirituales... Si esa fuerza misteriosa de la eterna lucha del bien contra el mal desaparece del horizonte de los niños, en la adolescencia y la juventud también desaparecerá el impulso propio de quien ve las cosas mal y arremete contra ellas. Es la "santa ira" de la que hablaba Santo Tomás de Aquino.

El bien y el mal

Los cuentos de hadas y las creencias infantiles van fundamentando una solidez mental que nos va a permitir hacer esa distinción entre bien y mal. Pero si nuestra época desconoce esa distinción, es lógico que pensemos que lo que muestra el mal es algo violento para la mente del niño. No estoy diciendo que "lo gris" no existe, pero para que haya gris se necesita del negro y del blanco. A veces tengo la sensación de que el hombre actual confunde todo de tal modo que sólo existe el gris. Ni siquiera la escala cromática admite tal cosa. Si hay gris es porque decididamente hay algo negro y algo blanco...

En su prólogo a "El gran divorcio, un sueño", C.S.Lewis escribe que se le ocurrió escribir ese cuento porque para él, el divorcio entre el Cielo y el Infierno, entre el bien y el mal, es algo evidente y que se resiste a aceptar la tesis moderna de que el progreso consiste en ir juntando el bien con el mal, hasta que ambos sean lo mismo. En su afán por eliminar el mal, el hombre actual no hace más que asimilarlo con el bien, desdibujándolo hasta hacerlo pasar por bien. Y esa filosofía tremenda, lacerante, deja una huella en la vida del día a día, en lo concreto, cuando sin darnos cuenta vamos pasando por alto temas que nos hemos acostumbrado a que se traten de esa manera, porque "es lo mismo" un programa de TV con o sin escenas de sexo, porque "es lo mismo" ver imágenes de gente drogándose o con una violencia desmedida frente a nosotros a todo horario. Nuestra mente ya casi no distingue esas no ya sutilezas, sino crueles realidades que debieran llamarnos la atención, porque van en contra de la dignidad de la persona humana.

Los cuentos de hadas son los que nos alertan que el mal existe, que las personas malas son también una realidad. Porque el hombre tiene una naturaleza herida por el pecado original, que hace que elija el bien menor (o "mal", si quieren decirlo de otra manera), antes que al bien.

Esa negación del Pecado Original, ese pelagianismo nos inunda de tal modo que terminamos considerando que la violencia se da sólo en las mentes adultas que niegan en los cuentos infantiles ese elemento fantástico donde el mal está incluido. Si prohíbo la maldad que hay en el ser humano a través de los personajes fantásticos, entonces el niño no sabrá lo que es el mal. Enorme error si queremos educar a nuestros niños con un fino sentido de la realidad en toda su dimensión.

El sentir práctico y eficiente propio de la época nos impulsa a desterrar de la mente de nuestros hijos ese mundo que nos muestra una razón para vivir sólida y fuerte: la lucha por el bien. Sin ese impulso fundamental, la sociedad se encamina ineludiblemente al conformismo, a la confusión... a la nada.

Parecería que los cuentos de hadas han caducado en la pedagogía infantil. Yo me animaría a revalorizarlos con fuerza y coraje. Seguro que obtendremos niños con mucha más imaginación y claridad de ideas que aquellos niños que sólo han tenido a la "realidad escindida o virtual" como guía. Me gusta que mis hijos crean, o hayan creído en los Reyes, en que es el Niño Dios quien manda los regalos en Nochebuena, en que las hadas existen... Me da confianza en que la inocencia es el fundamento de la noción espontánea y natural que nos dice que el bien es bien y el mal, mal.

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