Más allá de la postal

La palabra multiculturalismo evocaba en mí la nostalgia de mi primer visita a New York, en cuyas calles se podían escuchar todos los idiomas y ver todas las vestimentas del planeta. Aquella nostalgia incorporó después a Frank Sinatra cantándole a la ciudad "que nunca duerme...". Así que cuando descubrí recientemente que esa palabra venía con un virus, cual moderno caballo de Troya, debí sacudir mi morriña y aceptar que era tiempo de despertar a la realidad y analizar el tema con mayor profundidad. El hecho que me volvió, o nos volvió a muchos a la realidad, ocurrió el 14 de Julio de este año, día en que el Congreso de Argentina decretó la validez del matrimonio gay. Picardías de por medio, tales como invitar a legisladoras opositoras a un viaje a China con la Presidente de la Nación, más algunas otras triquiñuelas, no terminaron de ocultar el hecho de que un importante número de legisladores aceptó el mensaje del multiculturalismo...

| Jorge Horacio Day (Argentina) Jorge Horacio Day (Argentina)

Valga como paradigma de lo que quiero decir el mail que recibimos algunos schoenstattianos por parte de un joven que, presa de indignación, nos cuestionaba nuestras marchas y manifestaciones en contra de este "gran paso a favor de la tolerancia y del respeto al diferente", entre otros argumentos donde por supuesto no faltaba la referencia a los abusos de algunos sacerdotes, cuestión que durante meses había ocupado las primeras planas de muchas publicaciones.

Hechos como los señalados me instigaron a indagar sobre el multiculturalismo más allá de la idea de la postal turística que hasta entonces tenía. Tomé conciencia de que para muchos activistas se trata de una ideología basada en el convencimiento de que la verdad está determinada culturalmente, de lo que se desprende que es el lenguaje de un grupo el que dicta la validez de Dios, de la naturaleza humana o de la moral. Dado entonces que la verdad es una función del lenguaje, y todo lenguaje es creado por humanos, se deriva que toda verdad es creada por humanos.

En otras palabras, si existen múltiples descripciones de la realidad, ninguna perspectiva puede ser verdadera en ningún sentido último. Si toda verdad es creada por humanos, todo es igualmente verdadero. No existe la verdad objetiva. Dicho de otro modo, vivimos en un universo que es ciego a las elecciones morales y por ello cada uno es el juez final de cómo vivirá.

Los discursos escuchados a los legisladores en esa noche de Julio iban exactamente en esa línea. ¿Quién juzga que la homosexualidad es mala? ¿Los católicos, cuya  voz fue la que se alzó más fuerte como opositora al proyecto? Los católicos, se sostuvo, son un grupo más con sus ideas propias, pero tan válidas son sus manifestaciones en contra como las del grupo de homosexuales a favor de la ley.

Esta ideología de que "tan válida es mi verdad como la tuya", es garantía de cosas que comienzan a asomarse, como la legalización del aborto. Incluso, aunque parezca ciencia ficción,  se escucha que pudiera haber argumentos de grupos que apoyan la pedofilia, o a matrimonios que nosotros llamaríamos incestuosos. En esa línea, ¿por qué considerar obligatoria la educación básica de los niños o vaya a saber cuántos otros disparates?

En realidad, esta postura a favor de la tolerancia extrema es una búsqueda apenas disimulada de poder. La única forma en que ciertos grupos, como los activistas homosexuales o las feministas más radicales, pueden lograr el reconocimiento y la capacidad de difundir sus puntos de vista, es estableciendo la tolerancia como un absoluto.

¿Dónde ataca precisamente el virus engañoso? Creo que allí en la buena predisposición de la gente, los cristianos entre ellos, ya que todos coincidiríamos con el joven de la carta, en que la tolerancia y la convivencia pacífica son valores que deben ser defendidos y apoyados. ¡Fuera con los prejuicios, bienvenida la tolerancia!

Hay aquí una tergiversación de la verdad, y ese es justamente el virus oculto en el multiculturalismo. No se discute que el respeto al diferente, no solo tolerancia, es de máxima prioridad para cada cristiano. Pero es necesario que nosotros tengamos muy en claro que lo que se arroja afuera de la bañera no es solo el agua sucia de los prejuicios y la intolerancia, sino que va también el niño.

En fin, este virus engañoso no solo infecta máquinas indebidamente protegidas. Esta nueva versión del caballo de Troya está infectando a nuestra sociedad y urgen los antivirus.

Jorge H. Day- Federación de Familias de Argentina
Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs