Necesidades profundas

En las últimas semanas han coincidido tres acontecimientos que han despertado la atención mundial: la boda del heredero del heredero de la Corona británica con la plebeya Kate Middleton, la beatificación de Juan Pablo II y el asesinato de Bin Laden por fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos. La boda tuvo millones de espectadores a través de la televisión y un seguimiento masivo en las calles de Londres; en Roma, la ceremonia fue también retransmitida por medios de comunicación de todo el mundo y cientos de miles de peregrinos asistieron a la misma. Del asalto militar apenas existen imágenes porque el gobierno norteamericano no ha querido ofrecer detalles, pero de haber existido una grabación, hubieran sido emitidas tantas veces como el atentado contra las Torres Gemelas...

| Pablo Crevillén (España) Pablo Crevillén (España)

En las últimas semanas han coincidido tres acontecimientos que han despertado la atención mundial: la boda del heredero del heredero de la Corona británica con la plebeya Kate Middleton, la beatificación de Juan Pablo II y el asesinato de Bin Laden por fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos. La boda tuvo millones de espectadores a través de la televisión y un seguimiento masivo en las calles de Londres; en Roma, la ceremonia fue también retransmitida por medios de comunicación de todo el mundo y cientos de miles de peregrinos asistieron a la misma. Del asalto militar apenas existen imágenes porque el gobierno norteamericano no ha querido ofrecer detalles, pero de haber existido una grabación, hubieran sido emitidas tantas veces como el atentado contra las Torres Gemelas.

Se trata aparentemente de sucesos que no tienen nada que ver entre sí, pero creo que, salvando todas las distancias, están relacionados con necesidades humanas muy arraigadas. Empezando con la primera en el tiempo, la monarquía es una institución del pasado que como todas las creaciones humanas tuvo su esplendor y desaparecerá seguramente con el tiempo, algo en lo que parecen empeñados algunos de sus representantes y sus herederos, disfrutando de sus ventajas pero no queriendo asumir sus cargas; en países democráticos monárquicos se discute si tiene sentido una magistratura hereditaria por más que no ejerza autoridad, sino una simple función representativa. Pero en esta sociedad en la que priman tanto la funcionalidad y la eficacia se ha olvidado que para determinadas cosas hace falta tener un entorno solemne y simbólico. Por ejemplo, en mi profesión, las salas de justicia han sufrido un cambio enorme. Antes eran enormes, con poca luz, el Tribunal se sentaba al fondo en sillones y mesas de madera oscura y sobre una tarima que los elevaba sobre el resto. El ciudadano que entraba por primera vez se sentía sobrecogido. Ahora, los edificios judiciales son más cómodos y funcionales, pero pueden ser cualquier otra cosa: oficinas, hospitales o colegios, y la justicia no resulta tan imponente.

Con el poder político pasa un poco lo mismo. La corona, el cetro y el palacio tienen un poder simbólico. En Estados Unidos (me imagino que en el resto de América la situación es parecida) se ve a los reyes con cierta superioridad y se considera un poco ridículo que el nacimiento y no los méritos o la elección de los ciudadanos sean los que decidan el puesto que uno va a ocupar. Sin embargo, las vidas de los royals despiertan pasiones. No en vano, los reyes, reinas, príncipes y princesas nos retrotraen a los cuentos de nuestra infancia.

Por lo que se refiere a la beatificación, podría pensarse que el éxito se basaba en la persona de Juan Pablo II, que supo conectar de forma admirable con la gente. Pero creo que también va más allá y está relacionado con la necesidad que tenemos de experimentar con nuestros sentidos aquellos hechos que tienen un significado especial. Y en este sentido la liturgia católica en las ocasiones solemnes es insuperable: los colores, la música, los gestos, las vestiduras, el incienso... No hay más que comparar el diferente efecto que causa una boda religiosa y una civil.

En cuanto a la operación militar, llama la atención que todos los líderes mundiales sin excepción han aprobado la acción. Cabe explicarlo porque Bin Laden era un personaje monstruoso que no despertaba ninguna simpatía. Sin embargo, creo que también la forma de actuar ha conectado con algo que ha hecho olvidar que la información se obtuvo presuntamente mediante tortura o que se mató a una persona sin juicio; y que también se relaciona con los cuentos, con un mundo menos complejo en que se distingue claramente entre buenos y malos y éstos (el lobo feroz, el ogro, la bruja...) son vencidos para siempre y reciben su castigo.

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