Religión y política

En muchos ambientes rige la recomendación de no hablar de política ni de religión, temas que  por tocar profundidades pueden herir susceptibilidades. ¡Pero es que en tocar temas profundos se decide el sentido de la vida!   Ese viejo consejo encuentra siempre artilugios para obstaculizar la intrínseca necesidad humana de búsqueda de sentido, y para ello parcela los temas en distintos cotos. Concretamente en los dos temas mencionados, la solución ha sido limitarse a grupos distintos. En ciertos ambientes la política es todo, y en otros la religión es el centro, aclarando que religioso queda mayoritariamente circunscrito a lo devocional. Expresado así, bastante esquemático por cierto, suena bastante maniqueísta...  

| Jorge Horacio Day (Argentina) Jorge Horacio Day (Argentina)

... y sin embargo, imaginemos que en una reunión política alguien traiga a colación la dimensión religiosa del hombre. O viceversa, algo que nos puede resultar más familiar, supongamos que en un ambiente religioso como puede ser esta página, se aluda a un tema político. En ambos casos, ¿se produciría primero un silencio y luego una conmoción?

Pero claro, no se trata de mezclar “chancho con dulce de leche” según el dicho popular argentino. No se trata de combinar cosas incompatibles, pero sí de evitar la fragmentación de la realidad de modo que pierda su sentido de unidad. Tampoco sería lógico anhelar un hombre universal, tipo Alberto Magno, que conocía prácticamente todas las ciencias de su época. La explosión de conocimientos del momento descarta este camino.

Hay sin embargo caminos a descubrir en la vida de cada persona, para que lo que se pierda en abarcar mucho, se gane en gozar la maestría en algunos. He aquí el punto arquimédico, decidir cuanto en amplitud y cuanto en profundidad. El exceso en amplitud puede llevar a la extenuación o a una superficialidad anodina. Su reverso, la profundización en un solo tema, es la súper especialización que a veces nos recuerda las anteojeras que se ponen a los caballos para mantenerlos alejados de lo que sucede a sus costados.


Los schoenstattianos tenemos una herramienta formidable para dirimir esta dualidad que es la fe Práctica en la Divina Providencia. Lo de formidable radica en la palabra Práctica, que re-actualiza la añeja enseñanza eclesial de confiarse en los designios del Buen Padre de los Cielos. La re-actualiza y la enfatiza. Nos ayuda a decidir momento a momento que es lo más conveniente, cual camino explorar. Es más seguro que un GPS, pero toma más tiempo aprender a manejarlo. Aprender a escuchar las insinuaciones del Padre, a abrir las puertas que entreabre María, a descubrir lo que hay de extraordinario en lo cotidiano, es un arte cuya maestría redunda en grandes frutos.


Nuestros países, nuestro mundo atraviesa problemáticas viejas a las que se han sumado otras muy nuevas. Aquellas palabras “a la luz de este Santuario se co-decidirá el futuro de los próximos siglos” pueden desorientar al oyente desprevenido, pero quienes reconocemos que provienen de un agudo observador de los tiempos modernos, no solo no nos desorienta sino que nos provoca una inquietud en el alma.


Como decía, habrá que desarrollar el arte de analizar los acontecimientos que atravesamos para reflexionarlos a la luz de nuestra condición de católicos. A veces, en algunas charlas o intercambios pareciera que nos auto-imponernos límites, como si se temiera tratar temas que vayan más allá de lo devocional. No se trata ahora de discusiones sobre el sexo de los ángeles, como las hubo en el pasado. El cristianismo fue y es una fuerza arrolladora. Por algo la historia marca su edad con el nacimiento de Jesús de Galilea como pivote hacia atrás o hacia adelante. El nuevo Adán cambió la historia. Su paso no fue “puramente devocional”. Se retiraba  frecuentemente para orar, como atestiguan los Evangelios, pero ni sus discípulos dudaban de recoger espigas de trigo a pesar de ser sábado, ni el Maestro dejaba de conversar con la samaritana sin preocuparse de su doble condición de raza y sexo, ni tampoco dejaba de comer en casa de publicanos. Esa historia se sigue modelando. Los cristianos no somos simples admiradores de Alguien que vino y nos dejó un legado.


Los obispos son criticados por tocar temas sociales como la vergüenza del hambre, la desocupación, la corrupción. Ellos toman tareas que los laicos postergan. Me apresuro a aclarar que hay muchos cristianos comprometidos con la cuestión social. Bravo por ellos que dignifican a la Iglesia. Pero el mensaje de la coherencia entre Fe y Vida debiera penetrar más en el amplio rebaño. Hay muchos modelos en nuestras filas de quienes saben complementar Fe y Vida. Se hace mucho en lo social, pero se necesita atraer más obreros a la mies.


Benedicto XVI reiteró el domingo 13 de septiembre del 2009 que si la Fe no está acompañada por obras puras no es sincera y por tanto no lleva a la salvación. Hay que propagar con vehemencia las palabras de Santiago  2: “14 ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: «Tengo fe», si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? 15 Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, 16 y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? 17 Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. 18 Y al contrario, alguno podrá decir: «¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe”.


Jorge H. Day - Federación de Familias de Argentina


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