Saludos desde el estado del bienestar

  Ayer, después de cenar, encontré un programa en la TV que llamó mi atención. Eduard Punset presentaba un reportaje sobre la evolución demográfica a nivel mundial, y más en concreto sobre el envejecimiento de la población europea. Nunca me han interesado especialmente las pirámides de población.  De hecho, recuerdo con bastante horror las clases de "la geógrafa". Pero el año pasado asistí a una conferencia sobre educación en valores en la que se hablaba de forma tangencial, pero muy interesante, sobre la importancia de las últimas tendencias demográficas, de sus causas y consecuencias. El programa en el que se enmarcaba el reportaje, "Redes", está clasificado como de divulgación científica y, la verdad, casi me lo creo. Me gustaron ciertas reflexiones como la que planteaba el reto que tienen los países desarrollados de encontrar nuevas fórmulas para la sostenibilidad de una sociedad envejecida, o la importancia de las medidas de conciliación de la vida familiar y laboral... Me parecía que, a pesar de los malos datos, la perspectiva era bastante constructiva...

| Macarena Navas Gasset (España) Macarena Navas Gasset (España)

 

Ayer, después de cenar, encontré un programa en la TV que llamó mi atención. Eduard Punset presentaba un reportaje sobre la evolución demográfica a nivel mundial, y más en concreto sobre el envejecimiento de la población europea.

Nunca me han interesado especialmente las pirámides de población.  De hecho, recuerdo con bastante horror las clases de "la geógrafa". Pero el año pasado asistí a una conferencia sobre educación en valores en la que se hablaba de forma tangencial, pero muy interesante, sobre la importancia de las últimas tendencias demográficas, de sus causas y consecuencias.

El programa en el que se enmarcaba el reportaje, "Redes", está clasificado como de divulgación científica y, la verdad, casi me lo creo. Me gustaron ciertas reflexiones como la que planteaba el reto que tienen los países desarrollados de encontrar nuevas fórmulas para la sostenibilidad de una sociedad envejecida, o la importancia de las medidas de conciliación de la vida familiar y laboral... Me parecía que, a pesar de los malos datos, la perspectiva era bastante constructiva.

Pero llegado un punto, Punset decidió plantear la siguiente cuestión: En España sucede algo muy curioso: la tasa de fecundidad es muy baja y, sin embargo, tiene la tasa de desempleo femenino más alta, ¿cómo se explica esto?

La reflexión empezó bien: se habló de la incidencia que ha tenido el cambio del papel de la mujer en la sociedad, su formación y su inmersión en el mundo laboral. Y que sólo los países que han sabido encontrar buenas fórmulas de conciliación han conseguido mantener una alta tasa de fecundidad. Pero cual sería mi sorpresa, cuando el experto en cuestión aludió a la familia tradicional como responsable de que la sociedad moderna no funcione, subrayando además, que son precisamente los países tradicionalmente católicos los que soportan peores tasas de fecundidad.

¡Creo que me perdí en algún momento o que tal vez no le di tiempo a completar la reflexión! (Perdón si mi enfado es fruto de mi ignorancia, pero creo que tengo derecho- agotada después de un largo día de trabajo y niñas, intentando calmar las contracciones de mi cansado útero en el séptimo mes de embarazo para no fallar a mis alumnos el día antes del examen de la segunda evaluación...- a no recibir encima una colleja por ser la "responsable" de que a mis vecinos no les llegue la jubilación hasta los 67!)

He de matizar que lo que señalaba como negativo sobre la familia tradicional el experto del reportaje, era el modelo patriarcal en el que el hombre sale a trabajar y la mujer se queda en casa. Yo me pregunto, siguiendo esta línea de análisis, si a lo que se refería era a que si los hombres compartieran esta responsabilidad de forma más equilibrada, el desempleo conseguiría repartirse también de forma más equitativa. Es decir, que tendríamos la misma tasa de fecundidad pero menos mujeres en paro a costa de unos cuantos hombres.

Porque... ¿no tendrá nada que ver con que España, Portugal e Italia no cuenten con las mejores economías de Europa? ¿No tendrá nada que ver que en cualquier otro país de Europa resulte más fácil independizarse, encontrar empleo y, por tanto, empezar a tener hijos antes? ¡Me resulta tan desacertada la afirmación cuando es precisamente en el seno de la Iglesia donde crecen y encuentran sustento tantas familias numerosas!

Puestos a meter a mis hijos como datos, y si lo que interesa es aumentar la natalidad para sostener el sistema de pensiones, ¿por qué no nos premian a los padres por cada hijo nacido o adoptado con años de cotización? Pero en realidad creo que no vale la pena hablar de medidas económico-sociales, ni de políticas de conciliación de vida familiar y laboral. Incluso en el marco de la Iglesia muchas cosas deberían mejorar. Supongo que el problema viene de fondo.

Hoy en día, pasear por un sitio público con más de dos niños, es motivo de algunas miradas. Algunas veces son de admiración, pero de pronto, pueden volverse asesinas si al niño se le ocurre decir "pío" un poco más alto de lo normal. Si los niños son un incordio para los de la mesa de al lado, ¿cómo no van a serlo para uno mismo? Tener hijos supone un gasto y un desgaste físico continuo, renunciar a tantas cosas que hemos ganado con la sociedad del bienestar, una renuncia de tiempo, y mil y un quebraderos de cabeza para resolver la complicada logística familiar... ¡Hace poco en una encuesta las familias numerosas aparecían en la lista de vecinos más indeseables! En una sociedad así ¿cómo va a subir la tasa de natalidad? El reportaje tampoco entraba en la incidencia de la desestructuración familiar en la sociedad, la importancia de la protección de la familia en este sentido, etc.

No sólo debemos ser mucho más heroicos y creativos a la hora de proponer nuevas vías de desarrollo. Si no nos bajamos del carro del consumismo, del individualismo, y de otras muchas cosas, la vida naciente no dejará de ser considerada un pequeño o gran obstáculo en el camino.

En otra ocasión escuché una entrevista a una misionera a la que se le preguntaba cómo las mujeres africanas en la mayor de las pobrezas tenían tantos hijos. La entrevistadora, Julia Otero, casi adelantaba la respuesta: "cómo no tienen otra cosa, al menos, tienen hijos".

Pues sí, es que esa es nuestra mayor riqueza, pero, a medida que nos sumergimos en la sociedad del bienestar, vamos olvidando nuestra esencia. No sólo las mujeres, ¡todos!

Por último quiero plantear una última reflexión mucho más personal: ¿por qué al escuchar este reportaje me sentí tan herida? ¿Por qué cuando surgen estos temas me siento objeto de una oculta explotación? ¿No será tal vez un reflejo de una falta de libertad interior? Realmente así lo creo. Una cosa es que nuestro contexto sea complicado y otra muy distinta que estemos abocados a no poder vivir una vida plena.

Muchas mujeres hemos sido educadas para ser competentes en el mundo laboral y cuando descubrimos nuestra vocación maternal surgen dudas, miedos y prejuicios que no controlamos. Así nos vemos envueltas en la vorágine de los tiempos, vestidas de "supermujeres" cargando a las espaladas responsabilidades que tal vez no nos correspondan, y renunciando a otras, por las que tal vez, merecería mucho más la pena desgastarse en el día a día, sin poder hacer nada.

Por favor, no quiero que esto parezca un manifiesto en contra de la mujer trabajadora. Con mi artículo quiero llegar a la conclusión de que la armonía de nuestra sociedad sólo llegará cuando vivamos de acuerdo a nuestra esencia, la respetemos y ejerzamos de manera responsable nuestra libertad.

 


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