ÁFRICA, PULMÓN ESPIRITUAL DEL MUNDO

Una vez más, la expresión brillante en contenido y forma le pertenece al Papa. Efectivamente el Pontífice hizo reflexionar a la gente con expresiones como "la dictadura del relativismo" o la "caridad ...

| Jesús Gines Ortega Jesús Gines Ortega
Una vez más, la expresión brillante en contenido y forma le pertenece al Papa. Efectivamente el Pontífice hizo reflexionar a la gente con expresiones como "la dictadura del relativismo" o la "caridad en la verdad". Ahora se trata de una reflexión sobre África, como el continente de una segura esperanza para la humanidad. "África es -les dijo a los obispos africanos del segundo sínodo celebrado recientemente en Roma- el pulmón espiritual de la humanidad". Más allá de los lugares comunes a que nos tienen acostumbrados los economistas, politólogos y comentaristas socioculturales, quienes mantienen al África entera como el ultimo vagón del tren global, como el último grupo de países en el subdesarrollo, como el lugar donde la guerra, el sida, la corrupción y el desencanto proliferan, el Papa, desde su perspectiva de fe nos dice que es "el pulmón espiritual de la humanidad". Así de simple, de una plumada, sin esperar a cambio ningún comentario de aquellos que siguen concibiendo el mundo como una carrera hacia el "progresismo espiritualmente castrado" y, por lo mismo, insuficiente y confuso. ¿Qué es el pulmón metafórico al que hace alusión el Papa? Sin duda, se asienta la figura en el organismo humano que permite al hombre vivir a fondo la vida, respirar, aspirar con filtro el ambiente que puede estar contaminado, pero que es procesado para hacer que la sangre circule por todas las arterias y las venas en forma normal y, por tanto, satisfactoria. El tema del calentamiento global, de la producción de desechos tóxicos, el enrarecimiento constante del aire que respiramos, se ha constituido en casi el único tema que nos golpea cada día desde los medios de comunicación. Nos aseguran que de esta generación ya no pasa la humanidad. Se acortan las horas, o como dicen algunos en otra metáfora, en este caso caótica, en el reloj de la historia estamos en los últimos minutos. Y ahora viene el Papa y, contra todo pronóstico y enfrentando a todos los catastrofistas que miran con espanto la abundancia de vida de seres humanos y la disminución de especies animales o arbóreas, nos dice que hay un continente "pulmón espiritual de la humanidad". Es decir, retoma el tema de la polución, del medioambiente físico y químico y nos viene a hablar del medio ambiente del espíritu. Y nos asegura que es precisamente África, el continente olvidado, dejado de lado, condenado al matadero de la historia, el que contiene las reservas espirituales que la humanidad necesita, aun cuando no es ni siquiera consciente de que las necesita. ¿Por qué África, la despreciada, la pobre, la servidora de mano de obra, la de la piel considerada segundona, la del desarrollo vertiginoso del sida, la de las guerras civiles autodestructivas, la de los piratas del Indico, la de los animistas, los musulmanes y los cristianos más pobres, puede ser tildada de "pulmón"? Es que el Papa es de los pocos líderes mundiales, cuya visión está puesta en el horizonte del Creador, del Redentor y, por supuesto, del Señor Resucitado. Es, también, porque el Papa viene advirtiendo lo que está sucediendo en estos 53 pueblos donde la fe cristiana se extiende como la pólvora, donde las comunidades son más vivas, generadoras de vida y de esperanza; donde están surgiendo por doquier hombres y mujeres consagrados a la proclamación del evangelio, hasta el punto de que se están convirtiendo en la reserva ministerial cristiana del resto del mundo. El único continente donde la Iglesia católica comienza a ser mayoría, donde las conversiones y bautismos anuales se cuentan por millones, donde los catequistas son cientos de miles, donde los seminarios están repletos de aspirantes al sacerdocio y adonde convergen otros tantos misioneros que llegan desde todos los otros continentes "ricos", porque quieren aprender de la riqueza de los "pobres del evangelio", de los testigos fieles del evangelio, de los grandes hacedores de comunidades vigorosas, cuyo progreso consiste en ser más humanos, más cristianos, más ciudadanos, más solidarios. África, desde los días misioneros del Papa Juan Pablo II hasta estos últimos de Benedicto XVI, está cosechando hasta el ciento por uno que nos daba el evangelio como perspectiva, si primero buscábamos el reino de Dios y su justicia. Vale la pena darse una vuelta por las noticias de África, las que no aparecen aún en la gran prensa, pero que están bullendo en miles de cartas de misioneros y que son las que dan cuenta de este verdadero milagro ecológico. Mientras la humanidad, dirigida todavía por el viejo Partenón europeo, se desangra y ahoga en una visión apocalíptica a ras de tierra, descolgando crucifijos de sus paredes y convirtiendo muchas de sus iglesias en museos, África, desde sus millones de hombres y mujeres creyentes y consecuentes con la fe, católicos, cristianos, musulmanes y animistas , le anuncia al que quiera escuchar que Dios existe, que Dios vive cerca de los humildes, que Dios llama a una verdadera fraternidad universal; que Dios está cerca en la oración, en la celebración, en los rituales y, en muchos casos, en sus dirigentes. Y, desde luego, en sus miles de obispos, sacerdotes, religiosos, catequistas y familias que viven el evangelio con la sencillez de los niños y la fortaleza de los mártires. Volvamos los ojos a África que algo está pasando. Lo que pasa tiene relación con nuestra Iglesia y, como el Papa nos asegura, con la vida espiritual del mundo. África, el pulmón espiritual de la humanidad. Jesús Ginés Ortega
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