Lecciones del Mundial de Fútbol

Cuando hace poco más de una semana me encontré en esta misma web con el artículo del Padre Hugo Tagle titulado "Corazón Rojo", lo primero que pensé fue que se refería a la selección española. Para mi sorpresa, la 'Roja´ no era mi selección sino la del P. Hugo. En cualquier caso, subscribo todos sus comentarios; a fin de cuentas, nuestras dos 'Rojas´ tienen mucho en común. Hoy, a la vista del desarrollo posterior de este torneo, me gustaría añadir algunas reflexiones personales. Tengo que empezar aclarando que no soy nada futbolero, entiendo muy poco de este deporte y mis apreciaciones son las de un profano en la materia que únicamente percibe algunos de sus aspectos humanos. Es por ello por lo que, más allá de la calidad o falta de calidad del fútbol español (que no soy capaz de juzgar) me siento muy orgulloso de este equipo, sin grandes figuras individuales, pero compuesto de un grupo de jóvenes, muy unidos entre sí, con una gran ilusión, confianza en sí mismos y espíritu de victoria. Me siento feliz de que esta victoria no sea el fruto...

| César Fernández-Quintanilla (Madrid, España) César Fernández-Quintanilla (Madrid, España)

Cuando hace poco más de una semana me encontré en esta misma web con el artículo del Padre Hugo Tagle titulado "Corazón Rojo", lo primero que pensé fue que se refería a la selección española. Para mi sorpresa, la 'Roja´ no era mi selección sino la del P. Hugo. En cualquier caso, subscribo todos sus comentarios; a fin de cuentas, nuestras dos 'Rojas´ tienen mucho en común. Hoy, a la vista del desarrollo posterior de este torneo, me gustaría añadir algunas reflexiones personales.

Tengo que empezar aclarando que no soy nada futbolero, entiendo muy poco de este deporte y mis apreciaciones son las de un profano en la materia que únicamente percibe algunos de sus aspectos humanos. Es por ello por lo que, más allá de la calidad o falta de calidad del fútbol español (que no soy capaz de juzgar) me siento muy orgulloso de este equipo, sin grandes figuras individuales, pero compuesto de un grupo de jóvenes, muy unidos entre sí, con una gran ilusión, confianza en sí mismos y espíritu de victoria. Me siento feliz de que esta victoria no sea el fruto de unas facultades físicas excepcionales, de unas estrategias brillantes ni de un estilo de juego bronco y sucio, sino del tesón y del trabajo duro de estos últimos tres años, de un saber hacer. Me siento feliz de que los triunfadores no sean grandes estrellas mediáticas sino personas sencillas y llenas de valores.

Uno de los principales artífices de esta victoria ha sido el seleccionador nacional, Vicente del Bosque. Del Bosque es un hombre tranquilo y bonachón, que nunca ha creado un conflicto (sólo se ha dedicado a resolverlos), siempre al servicio del equipo, siempre huyendo de cualquier protagonismo. Según sus propias declaraciones, "soy un buen empleado que pongo a la familia y a la empresa por delante de todo". El no es un ídolo, como Maradona; sólo un empleado más que cumple su misión lo mejor que sabe. Un ejemplo de lo que debe ser un líder en cualquier grupo humano. Su rostro, habitualmente tan inexpresivo ante un gol propio como ante otro del contrario, adquirió de pronto una vida inesperada cuando, a la puerta del Palacio de La Moncloa, donde iba a recibir con su equipo la felicitación del Presidente de Gobierno, vio aparecer enfundado en la camiseta española a su hijo Alvaro, con Síndrome de Down. La emoción en su mirada y el posterior abrazo fue inenarrable.

Otro botón de muestra de este espíritu es Iniesta, el autor del gol de la final contra Holanda. Este jugador, siendo consciente de que se buscaba con ello una tarjeta amarilla, se sacó la camiseta reglamentaria para mostrar otra en la que le dedicaba el gol a un amigo futbolista muerto hace poco en el campo de juego. Al día siguiente, en la recepción en el Palacio de La Moncloa, cuando le instaron a que dijera unas palabras al Presidente de Gobierno, manifestó escurridizo: "Si lo sé, no hubiera metido ese gol".

De alguna forma, este equipo es el espejo en el que nos gustaría mirarnos y vernos reflejados. Constituye un modelo de comportamiento que la gente está deseando seguir. Los españoles, olvidando por un momento nuestros problemas económicos, la crispación política reinante y los localismos provincianos, depositamos todas nuestras ilusiones en este grupo de catalanes, vascos, madrileños, andaluces, asturianos, castellanos y canarios que se han unido en un gran esfuerzo para sacar adelante un proyecto en común. Y lo han conseguido.

Es importante alcanzar tus sueños (y el ganar el campeonato parecía un sueño inalcanzable). Pero aún más importante es cómo lo consigues. Y, en este caso, la selección española lo consiguió manteniéndose fiel a sí misma, a su estilo de juego, sin responder con violencia a la violencia, sin desfallecer hasta el final.

Siendo consciente de la enorme importancia que las estrellas del deporte tienen como modelo a seguir por nuestros hijos, por todos los jóvenes, me alegra y me tranquiliza ver que estos jugadores son portadores de muchos de los mejores valores del deporte, y no de esos contravalores que tan frecuentemente vemos asociados al fútbol-espectáculo.

Este papel de modelo, agrandado aún más por los medios de comunicación, supone sin duda una enorme responsabilidad. ¿Qué pasará el día después? ¿Se desplomará este ídolo mostrándonos todas sus debilidades humanas? Esta preocupación me asaltaba al día siguiente a la victoria, en la gran ceremonia de celebración, cuando bajo los efectos del cansancio, las multitudes y alguna copa de más, las expresiones verbales de algunos de los miembros del equipo no se ajustaban demasiado a ese ideal que nos habíamos forjado. Es inevitable que, más pronto o más tarde, afloren defectos personales y comportamientos poco edificantes. Pero esas limitaciones humanas no deben desmerecer la belleza del ideal. A todos nos gustaría ser como ellos aparentan ser. Pero tenemos que ser conscientes de que, igual que ellos, estamos hechos de barro.

César Fernández-Quintanilla

Julio, 2010

Madrid, España

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